La propuesta del parque de perros ha provocado un aluvión de indignación en Altos de Jarama. Hasta cierto, puedo entenderlo. En una urbanización que carece de servicios básicos mínimamente eficientes, parece una broma de mal gusto que el Ayuntamiento tenga como prioridad un proyecto semejante.
Lo que me parece incomprensible es que ciertos vecinos decidan expresar su malestar pintando las paredes de la urbanización cada vez que quieren hacer algún tipo de reclamo o demanda (lo mismo sucedió hace un par de años con el problema de la fibra óptica). La gente parece no tener la más mínima idea de la imagen que proyectan estos garabatos que inundan nuestra urbanización. En el fondo, son cosas que solo atentan contra nosotros mismos: el mal aspecto urbanístico conspira contra un futuro desarrollo del lugar, contra la plusvalía de nuestras viviendas y un largo etcétera que es imposible que no se pueda ver con un mínimo de claridad.
En cualquier caso, me encantaría que ciertos vecinos reclamasen con la misma vehemencia cada vez que se dan una vuelta por los cubos de basura hasta el tope de desechos que tenemos cada semana. En vez de seguir ensuciando y pintando paredes, deberíamos todos levantar una queja de verdad por el inexistente servicio de limpieza de calles o la insuficiencia de un transporte público digno de ese nombre.
Proponer un parque de perros probablemente sea algo innecesario, pero en lo absoluto es una afrenta imperdonable ni algo lo suficientemente grave como para garabatear las palabras CACA y PIS en uno de los accesos principales de nuestra urbanización. Dicen que la policía retiró los carteles de reclamos que se habían puesto. Mal hecho. Pero el asunto no se resuelve con una pintada gigante en la vía pública.
Este problema pone de manifiesto la difícil situación de los que vivimos en Altos. Por un lado, un Ayuntamiento que es absolutamente indolente y nos tiene abandonados a nuestra suerte. Y, por otro, el comportamiento de ciertos vecinos que, al menos a mí, me deja cada día más perplejo. El cóctel es, a la larga, explosivo y nos hace pensar dos y tres veces si fue una buena decisión el habernos mudado.