Lo q s nos avecina Señores.Paradojas de la vida...
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He de decir que esto no es mío, pero creo que todos nosotros nos lo tenemos que pensar muy muy mucho. Tiene un mensaje que puede servir de ejemplo para que no nos metamos de lleno en el saco y luchemos por lo que es nuestro y no nos dejemos engañar puesto que luego nos puede acarrear muchos más problemas.
El texto es extenso, pero si lo lees nos puede servir de gran ayuda.
"Siempre puedo refinanciar"
A mí me gustan esos que se cogen el hipotecón, con un sueldecito un 30%
mayor que la cuota mensual, y si les dices algo responden: "siempre
puedo refinanciar". Le preguntas a cuántos años es la hipoteca, y
resulta que es a 30, cuando no 40.
Vamos a tomar un ejemplo ficticio. Pongamos que Pepito Relámpago llega
al mercado inmobiliario en el año 2006, se compra su zulito de Pladur
por 200.000 € y lo financia a 30 años. Poniendo un 4% de interés, le
sale una cuota de 954 €. Como le han hecho encargado recientemente,
allí
en la carpintería, llega ya a los 1.200 € mensuales. Sus padres le han
hecho el aval, con su otro zulito, en este caso de los del yugo y las
flechas. Sabe que al principio irá un poco agobiado, pero "es la única
forma de meterse", "están todos así", la inflación irá rebajando la
cuota, y sobre todo la revalorización lo hará rico. No va a "tirar el
dinero" en un alquiler, de modo que echa la firmita y el banquero lo
despide con una palmadita en la espalda.
Pasan las semanas, Pepito es feliz en su zulito, se pone unas
litografías que compra en un mercadillo, algunos muebles de Ikea, su
madre le ayuda a limpiarlo todo, su padre le suelta unos cuantos
billetitos para comprar un lavavajillas.
En junio, un anciano extranjero, llamado Trichet, sube el Euribor.
Pepito cree recordar que el banquero ya le habló de ese Euribor, aunque
lo hizo de pasada. Decía no sé qué de que subiría muy poco. La cuestión
es que al cabo de pocos meses, la cuota de su hipoteca sube a 1.013 €.
Llama al banco y le explican que si su tipo es variable, que si el
Euribor, que si la coyuntura, que si tranquilo que está todo
controlado.
Pepito decide apretarse un poquito más el cinturón, ya no desayuna en
el
bar, las lonchas de jamón las pide finitas, los zapatos los aguanta
hasta que las suelas están combadas, el Ford Fiesta lo conduce a
puntita
de gas. Así y todo, su madre le ayuda a comprar ropa y le suelta algún
billete para que salga con los amigos. Vale la pena sacrificarse,
porque
en esos momentos su piso ya debe valer más, mucho más.
Pepito, a veces, cuando vuelve de trabajar, algo cansado, mira el
balcón
de su zulito, allí en el quinto piso. Es un cuadradito precioso, tan
bien delineado, junto a los otros. Ese es su lugar en el mundo. Ahí
está
la prueba de que sale adelante en la vida. Es, además, el único del
bloque que no tiene un cartelito de "Se Vende", lo que prueba que la
revalorización es un hecho y todos están recogiendo los beneficios. Él,
en unos años, también espera hacer lo mismo, vender y mudarse a un gran
adosado en un barrio nuevo. Tal vez cuando tenga novia y lo asciendan a
supervisor. Nunca ha sido hombre de grandes ambiciones, pero la
prosperidad de España y su último triunfo financiero lo están
envalentonando.
Pero a Pepito no lo ascienden. Lo que hacen es despedirlo. Hay poca
demanda, las obras se están parando, los malditos de Ikea atacan muy
duro. Todos los jóvenes con nuevos pisitos quieren comprar barato,
nadie
compra muebles hechos en España. Pepito era el empleado más joven, es
decir, el más barato de despedir. Así que coge su carta de despido y en
pocos días se presenta en el INEM.
Hay algo de prisa, porque ha cobrado poco del despido y la letra del
piso sigue entrando cada mes. En el INEM le dan ocho meses de paro con
800 € al mes.
Estamos ya en 2007. Pepito ve en su pequeño televisor un montón de
obreros con pancartas por las calles. Se están quejando por el aumento
del paro. El Presidente Zapatero hace llamadas a la tranquilidad, esto
es una etapa coyuntural, el Estado no abandona nunca a nadie. En el
INEM
recomiendan a Pepito que vaya de pinche de cocina, aunque sólo le
ofrecen 600 al mes, poco más que la mitad de la hipoteca.
Cuando se acaba el dinero del despido, los padres de Pepito le ayudan a
pagar la letra. Lo importante es mantener el piso y esperar a que se
revalorice. Pepito a veces sale a comprar periódicos o buscar
cartelitos
con ofertas de trabajo. Al volver mira su pisito, tan alto, orientado
al
aire calentito del sur. Como tiene tiempo de sobra, ha empezado a
caminar más despacio. Eso le da tiempo de observar algunos detalles:
los
cartelitos de "Se Vende" siguen allí. No los han quitado.
Pepito habla con su padre y lo tranquiliza: lo importante es mantener
el
piso. Ahora mismo en España hay trabajo, y él es un chico trabajador.
Su
padre hará algunas llamadas a sus amigos para ver si hay algo.
A finales de 2007, Pepito vuelve a revisar su hipoteca: debe pagar
ahora
1.104 € cada mes. El BCE ha dejado los tipos ya en el 4%, más el 1,25%
que le cobra la caja de ahorros, total 5,25%. Esto no hay quien lo
entienda. Su patrimonio sube, pero la cuota que paga también. La
inflación no erosiona la cuota, como le dijo su amigo en el banco. Tal
vez porque la inflación ayuda muy poco a quien no tiene empleo. Lo que
sí que inflaciona es la gasolina, la comida, la luz y el agua.
Los padres de Pepito se van quedando sin ahorros. Las cosas han subido
mucho más que sus salarios. En la calle muchos hablan ya mal del
Gobierno. Al fin, el ministro Caldera publicó una mala noticia: era un
numerito que casi no se veía, en un rincón de la pantalla del
televisor:
13%. El paro está en el 13% y muchos pepitos buscan trabajo a cualquier
precio. Muchos de ellos son inmigrantes, y otros son españoles que van
agotando sus meses de paro.
Pero muy pronto a Pepito se le acabará el paro. Sus padres no podrán
afrontar su deuda. Tiene una pequeña reunión con ellos: no hay que
ponerse nervioso, lo importante es mantener el piso, si lo vende ahora,
luego valdrán más y ya no podrá comprar nada. Ha llegado el momento de
la refinanciación.
Pepito visita a su amigo el banquero. Le choca la mano y le explica que
tiene problemas. Las bromas y las risas desaparecen. Una mirada de
desprecio se le escapa al buen hombre engominado. Se ponen a hacer
numeritos: Pepito podría alargar el préstamo a 35 años y sólo pagaría
1.041 € al mes. Pero eso es muy poca diferencia. Como Pepito es joven,
entonces se puede alargar el préstamo mucho más, a 50 años: 950 € al
mes.
¿Cómo puede ser que la cuota baje tan poco? El banquero le explica
amablemente, con su bolígrafo, que los intereses ascienden a 875 euros
al mes, más el capital que vaya a amortizar según el número de años del
préstamo. Pepito no sabe lo que es "amortizar". Pregunta qué es lo
mínimo a pagar. El banquero le responde que los 875 € al mes, en un
plazo de "carencia". En ese tiempo, no amortizaría capital, pero al
menos saldría del apuro.
Pero Pepito no sale del apuro. 875 euros son muchos euros. Él imaginaba
que doblando el plazo para pagar, la cuota bajaría a la mitad. El
banquero le explica amablemente que eso no es así, porque la parte
contratante de la primera parte es igual a la parte contratante de la
primera parte. Pepito asiente y sale del banco. Llama a sus padres y
luego va a cenar con ellos. El banquero también hace una llamada a su
superior: hay un posible moroso.
En la cena, Pepito y sus padres tienen un amargo debate. Podrían
alquilar el piso, mientras Pepito vuelve a vivir con ellos. Sería una
solución transitoria hasta que encontrase trabajo y, como prometió el
banquero, el dichoso Euribor bajase. Pero el alquiler no llegaría a los
500 €. A la gente no le gusta "tirar el dinero" en un alquiler y paga
poco. Además, si no se encuentra inquilino enseguida, van a tener
problemas para pagar. Pepito no puede pagar 375 euros al mes por la
hipoteca, mientras vive con sus padres y tiene un inquilino disfrutando
de su zulito. Eso no es viable. Se habla de vender su Ford Fiesta, que
ya no utiliza porque no puede pagar la gasolina. Pero el viejo Ford
Fiesta apenas vale 600 €. Es casi chatarra. Todo el mundo compra ya
como
mínimo compactos seminuevos km. 0.
Pepito mira el telediario con sus padres: parece mentira, con lo bien
que va España, lo que le cuesta a él encontrar trabajo. Debe de ser que
no sabe buscar. Tiene que moverse más, patear las calles. Algo hay que
hacer.
Su padre, por su parte, comienza a recordar viejos tiempos: recuerda
las
escaseces de la posguerra, la crisis del felipismo, recuerda aquel 23%
de paro de no hace muchos años. La realidad comienza a estrecharse como
un embudo. Poco a poco, van quedando menos opciones. El banco embargará
el piso si no pagan, y entonces lo perderán todo, toda la
revalorización.
Es el momento, entonces, de vender el zulito y disfrutar de la
revalorización. Mientras tanto, volverá a vivir con ellos. Pepito en
principio se niega, opina que si vende luego no podrá volver a comprar,
los pisos subirán siempre. Su padre le responde que él ha vivido muchas
cosas ya. Pepito no quiere creerle. Su padre insiste en que tal vez ZP
hará algo por ellos, una VPO. Al fin y al cabo, si Franco lo hizo, un
líder socialista de buen talante como ZP no podría hacer menos. Pepito
comienza a aceptar que tal vez, en un futuro muy lejano, cuando la
actual prosperidad de España sea historia, los precios podrían tener un
"aterrizaje suave" y él comprar otra vez. Lo importante es que desde
casa de sus padres podrá buscar trabajo tranquilamente. Y ese dinero lo
guardará en algún sitio seguro.
Después de pasar una mala noche, con algunos remordimientos, Pepito
pone
el cartel de "Se Vende". Hace unos días que el ojo izquierdo le
parpadea
involuntariamente. También nota un cierto ahogo cuando suena el
teléfono. Está esperando contratos, pero sólo lo llaman del banco para
preguntarle qué decisión ha tomado acerca de su refinanciación. De
momento, seguirá pagando a 30 años, no hay mucho que refinanciar.
Cuando acaba de colgar el cartel, sale a la calle a mirar si se ve bien
desde la acera. Ha elegido un modelo diferente al de sus vecinos, para
hacerlo destacar. El suyo tiene un diseño innovador, de una empresa
catalana, que se está forrando. Los cartelitos de los pisos de al lado,
en cambio, están amarillos y quemados por el sol. Está claro que su
piso
se venderá el primero.
Como lo compró por 200.000, le parece lógico pedir 250.000, teniendo en
cuenta que hace ya un año y medio que se ha estado revalorizando.
Pasan las semanas, luego los meses, y los compradores no aparecen. Lo
que sí que le aparecen a Pepito son más arrugas en la frente. A veces
se
mira en el espejo del cuarto de baño y nota que sus cabellos son más
finos y escasos. El nudo en la garganta que sentía al responder al
teléfono, ahora lo siente cada vez que pisa la calle. Hay algo que no
marcha bien.
El del banco llama repetidas veces. Se acumulan ya dos impagos y la
situación no es nada buena. Le avisa de que puede ejecutar la hipoteca.
Pepito responde que es cuestión de tiempo, que la revalorización lo
pagará todo e incluso le dará beneficios. El del banco guarda silencio.
Tiene algunas cifras que a Pepito no le gustarían pero decide callar de
momento.
Pepito toma una decisión importante: rebajará 20.000 € el precio.
Cambia
el cartel, cambia los anuncios en los periódicos. Contrata a una
inmobiliaria.
La inmobiliaria le asegura que no puede vender su zulito por encima de
210.000 €. Pepito se enfada y les cuelga. Han pasado tres meses y no ha
recibido ninguna oferta. En la televisión se ve a ZP prometiendo más y
más viviendas a los jóvenes. Es la campaña electoral de 2008. España
tiene un magnífico futuro, avalado por las cifras de prosperidad y
empleo.
Pepito no entiende nada. Sólo ha recibido dos ofertas de empleo por 600
€ al mes. En su antigua carpintería, han despedido a dos empleados más.
Pepito decide llamar a otra inmobiliaria y vender el piso por 210.000
€.
Los nervios no le dejan ya dormir. Su jugada del piso tal vez no fue
muy
acertada. El de la inmobiliaria le explica que las cosas andan mal y
que
se prepare para más rebajas. Eso era lo último que quería oir, pero
esta
vez no se enfada.
En dos meses más, el banco está preparado para ejecutar la hipoteca.
Llaman para informarle, con muy malos modos. El banquero ya no es tan
amigo, de hecho ni le coge el teléfono. En su lugar le han puesto a una
especie de cobrador del frac con una voz como de sepulturero.
Pepito llama todos los días a la inmobiliaria. No hay ninguna oferta.
Decide al fin aceptar el trabajo de 600 €. El único problema es que
deberá desplazarse al otro lado de la ciudad cada mañana en autobús y
comer fuera. Su madre se ofrece a hacerle bocadillos.
Pronto se traslada al piso de sus padres y avisa a la inmobiliaria de
que el piso ya no está en venta: está en subasta. El banco lo liquidará
y con eso se cancelará la hipoteca. En el fondo, Pepito está aliviado,
será bueno quitarse el muerto de encima. Su aventura inmobiliaria es
una
lección que no olvidará.
En pocos días lo llaman del banco: su piso se ha vendido por 80.000 €.
La burbuja está pinchada, los precios caen, están ejecutando muchas
hipotecas, no se ha podido sacar más dinero. El banquero es por primera
vez sincero con Pepito. El problema es que le ha faltado por decir una
cosa: las cajas están también amenazadas de quiebra por los impagos.
Pepito pregunta qué va a pasar ahora. El banquero responde que ahora no
pasa nada, que su cuota a 30 años se reduce a tan sólo 662 €, que
pagará
más cómodamente. Aunque, si no paga, le embargarán su nómina, tal y
como
constaba en la letra pequeña del contrato que firmó al hacerse con la
hipoteca. La madre de Pepito, entonces, pasa varios días llorando. La
mujer está como envejecida, con la piel muy arrugada. Cuando Pepito va
al lavabo, se encuentra un montón de pelos suyos. Hace semanas que toma
pastillas para dormir, pero aún así los complejos de culpa no lo dejan
en paz. Está condenado a pasar 30 años pagando 600 € al mes por
absolutamente NADA. No habrá revalorización, no podrá irse de alquiler,
no habrá ascenso en el trabajo, no habrá una novia, tan sólo una piedra
pesada atada al cuello, con la que tendrá que vagar hasta los 60 años,
a
las puertas de la jubilación.
Entonces, pone la televisión: después de ZP prometiendo VPO aparece una
breve noticia: Trichet vuelve a subir los tipos.