Calígula, que se creía una reencarnación de Apolo, gastó ingentes sumas de dinero en Roma para dejar testimonio de su grandeza. Las arcas imperiales quedaron vacías y la hambruna se generalizó tras sus fastuosas obras. El sucesor de Tiberio decidió entonces crear nue- vos impuestos que arruinaron a ricos y pobres.
¿Les suena esta historia? No hace falta tener mucha imaginación para encontrar fuertes paralelismos entre el tercer emperador romano y el alcalde de Madrid, tan aficionado a gastar dinero y subir los impuestos como Calígula.
http://www.elmundo.es/opinion/columnas/pedro-g-cuartango/2009/10/19690911.html