Fuí varios veranos seguidos a este y guardo con especial cariño ese recuerdo. Es un hotel precioso, cerca de las playas asturianas y del Cantábrico que como todo el mundo sabe es el mejor sitio del mundo. El trato es impresionante, te llevan a la habitación (nosotros íbamos a una casita independiente que tenían en el jardín con dos plantas, pero también hay habitaciones en el hotel) la merienda si no te apetece salir: chocolate y bizcocho casero. Una pasada. El jardín es de cuento, tienen animales y unos árboles evocadores y muy frondosos, siempre hay niños corriendo pero como es tan grande no es nada agobiante. Los desayunos son de escándalo y el trato inmejorable. No es un hotel familiar del tipo animación a todas horas, mini disco y sitios de bolas donde empaquetar a los niños... aquí en realidad estás con tus niños porque hay millones de actividades en las que los padres disfrutan con los peques sin necesidad de dejarles en un recinto con un tio vestido de pocoyó. Está en el concejo de Llanes, Asturias oriental.
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