Hoy ha habido muchísima más gente, es una barbaridad, las colas aumentan día tras día!
lo triste es ver unos barrios donde sin descanso se reparten víveres mientras, de hay el contraste, en otros, se ve algo diferente.... Cómo si el quedarse sin dinero fuera exclusivo de unos pocos, aquí sabemos que le puede tocar a cualquiera...
Todo empieza con una llamada, la de una familia que pide ayuda. Luego llegan más. “No una ni dos”, asegura Rogelio Poveda, miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Vecinos de Aluche (AVA), sino “muchas más”. Lo mismo ocurre en la AAVV Manzanares-Casa de Campo. Lo mismo en tantos y tantos barrios de Madrid. Estamos a finales de marzo y el confinamiento por la crisis del coronavirus empieza a poner a muchas personas contra las cuerdas. Algunas ya sufrían de forma grave la precariedad. Otras estaban al límite y esta situación las ha teminado de hacer caer.
Los vecinos entonces se movilizan. Crean redes que pasan de tener pocos voluntarios a más de cien en apenas un par de meses. Se organizan, hablan con los comercios del barrio, con diferentes puestos de Mercamadrid, con los otros vecinos. Entidades ya existentes, como Alma Latina, dedicada a la educación, o el club de fútbol Dragones de Lavapiés se reconvierten; cambian sus actividades habituales y pasan a ser despensas solidarias. Otras plataformas y colectivos, como La CuBa o el Banco de Alimentos del Barrio (BAB), ambos en Lavapiés, nacen a raíz de la crisis.
Movimientos en el tablero madrileño que han salido a la luz solo después de que se hiciera viral un vídeo que mostraba la cola interminable que se formó el pasado fin de semana para recoger alimentos frente a la AAVV de Aluche, en la calle Quero de Madrid. “Vienen de todas partes: del barrio de Hortaleza, de Fuenlabrada, de Móstoles… Hasta unas chicas de Toledo querían venir” cuenta a Madridiario Rogelio Poveda. La conclusión de todo esto, para él, está clara: “Hay hambre. La gente no hace una cola de cuatro o cinco horas si no lo necesita”.
Esta asociación reparte alimentos todos los fines de semana desde el 18 de abril, pero fue el pasado 9 de mayo, con más de 700 bolsas donadas, cuando se puso de manifiesto no solo la situación de emergencia de muchas familias, sino también el tejido de solidaridad que ha proliferado por todos los barrios de Madrid a raíz de la crisis del coronavirus. Gente de toda edad y condición se ha movilizado para ayudar donde la Administración no llega. “Somos vecinos ayudando a vecinos”, resume Sergio Fernández, voluntario de la plataforma La CuBa (Lavapiés Cuidando al Barrio), uno de los proyectos que reparte alimentos diariamente a las familias que lo necesitan.
Según la Federación Regional de Vecinos de Madrid (FRAVM), estas redes alimentan en la capital a más de 5.800 familias, es decir, más de 20.000 personas, en los 58 espacios de apoyo mutuo que ha recopilado de momento en su página web. Detrás, más de 6.100 voluntarios que, desde el inicio del estado de alarma y hasta el 30 de abril, han atendido peticiones de ayuda de 10.076 hogares. Unas cifras que “se han quedado pequeñas”, pues la demanda no para de crecer semana tras semana, hasta el punto de que en algunos lugares “se ha duplicado en estos días de mayo”, según la FRAVM. Estos datos no son despreciables si se tiene en cuenta que el Ayuntamiento de Madrid atiende a 30.000 familias (unas 80.000 personas) desde los 21 distritos de la ciudad, tanto con contratos propios como en colaboración con otras entidades sociales.
Además, las despensas solidarias no dejan de multiplicarse. En la última semana se han puesto en marcha iniciativas en los barrios de Arganzuela, Valdezarza (Moncloa) y Los Cármenes (Latina). Aunque este fenómeno de solidaridad ciudadana no es exclusivo de la capital. Está muy presente también en otros municipios grandes de la región como Leganés, Móstoles, Alcorcón, Coslada, San Fernando de Henares, Rivas o Getafe, y en localidades pequeñas como Galapagar, Fresnedillas de la Oliva o Collado Villalba, según informa la FRAVM.
servicios sociales desbordados
En Madrid ciudad, la enorme cantidad de gente que se ha visto en los últimos meses en la tesitura de tener que pedir ayuda está desbordando la capacidad de los servicios sociales. Según datos del Ayuntamiento, hasta un 22% de la población de la capital necesitará acudir a ellos a causa de la crisis del coronavirus, cuando antes era el 6%. Solo en el mes de marzo, los Servicios Sociales recibieron 33.514 peticiones de ayuda alimentaria, "una cifra parecida a la de todo 2019", unido a que “mantienen una plantilla similar a la que existía antes de la llegada de la pandemia”, informa la FRAVM. Por su lado, desde el Banco de Alimentos de Madrid, organización perteneciente a la Comunidad, confirman que la demanda ha aumentado desde el comienzo de la crisis en torno a un 30%. Aunque ha crecido la atención y están estableciendo sinergias de colaboración con organizaciones y Administración, aún hay “unas 40 entidades a la espera de recibir ayuda alimentaria”, explican a este diario.
“Servicios Sociales nos está derivando casos. He podido hablar con muchas asociaciones y les pasa lo mismo. No dan abasto ni Cáritas, ni Cruz Roja, ni Banco de Alimentos”, explica Teba Castaño, voluntaria del Banco de Alimentos del Barrio (BAB), un colectivo vecinal creado en el Distrito Centro a raíz de la crisis sanitaria y que provee de alimentos a distintas despensas solidarias en Lavapiés a la vez que establece sinergias con asociaciones y redes de otros barrios de Madrid.
El BAB fue puesto en marcha a finales de marzo por cuatro vecinas de Lavapiés y cuenta, a día de hoy, con más de 100 voluntarios. Teba Castaño fue una de las precursoras de la iniciativa. Comenzaron poniéndose en contacto con el pequeño comercio del barrio para explicarles su idea. Más tarde, recibieron el apoyo de diversos supermercados, entre ellos uno también de iniciativa vecinal, SuperCoop, así como del Mercado de San Fernando y el de La Cebada. En cada uno de los comercios hay voluntarios que presentan la iniciativa a los clientes y recogen las compras donadas. Un gran porcentaje de los alimentos del BAB proviene también, como en la mayoría de este tipo de asociaciones, del pequeño comercio y otros colectivos y plataformas.
Luego, el BAB las reparte a iniciativas vecinales como La CuBa, Blanga Valiente, AISE, Familias de Kalle, Somos Tribu Vallekas, Parroquia Jesús María de Aluche o el Colectivo de Manteros de Lavapiés. Allí, las familias las recogen directamente. En total, estiman haber proporcionado alimento a unas 1.600 familias
En una de esas plataformas, La CuBa, a la cual ha cedido sus instalaciones el Teatro del Barrio de Lavapiés, atienden actualmente a 700 familias, tras haber ampliado la pasada semana la ayuda a 200 más de las que tenían y poder, así, reducir una lista de espera que se alarga cada semana: reciben, de media, 30 peticiones nuevas de ayuda al día. También ofrecen comida a 400 personas en situación de calle. Para organizarse utilizan el sistema de “madrinas”, una figura usada con frecuencia en otras iniciativas autogestionadas y que consiste en la designación de un voluntario que se encarga de detectar las necesidades de los usuarios de la despensa solidaria y hacerles un seguimiento. Hasta ahora, cuenta con una red organizada de 35 personas.
Sergio Fernández es “madrina” de 14 familias. Habla con ellas por teléfono, fija una cita para la recogida de la cesta o "cuba", como las llaman ellos, (por lo general una vez a la semana) y pregunta si hay algún alimento en particular que precisen más que otro o si necesitan productos de limpieza para mantener las medidas de higiene. También tiene en cuenta si sufren algún tipo de enfermedad, alergia o intolerancia alimentaria. “Procuro enterarme de cuál es la evolución durante la semana para ver si necesitan un pedido más urgente o pueden subsistir con la entrega semanal”, explica.
Según Fernández, el perfil de familia con niños es predominante. En su caso, excepto dos en la que son todos adultos, el resto tiene algún menor o incluso bebés. Hay muchas que ya eran vulnerables antes de la crisis del covid-19, pero otras nunca se habían visto en una situación como esta y, según Fernández, tienen “muchos reparos” a la hora de solicitar ayuda. “Esperan a que les llames tú. Nosotros insistimos mucho en que si tienen una necesidad y la podemos cubrir de alguna manera, que por favor nos llamen ellos y no esperen a que lo hagamos nosotros”, indica.
No solo les ofrecen comida; también, y gracias a la colaboración con la Red de Cuidados Madrid Centro, se intenta dar respuesta a otro tipo de necesidades como asesoría legal y laboral o el acompañamiento de quienes lo necesitan. Una verdadera labor social que se extiende también a las personas sin hogar. En este caso, se les hace una ficha, se habla con cada uno de ellos para ver cuáles son sus necesidades y se le da un pack de comida para un día. También algo de medicación. “Tenemos un acuerdo con una farmacia y los derivamos. Allí les asisten en la medida de lo posible”, explica Fernández
Coordinación entre barriosDesde el BAB, por su parte, han querido ir más allá de la recogida de alimentos y han empezado a llamar a otras asociaciones y redes de apoyo para detectar necesidades y echar un mano en lo que puedan. Reparten las donaciones que les llegan y, a cambio, también reciben comida de otros colectivos o ayuda logística, como el préstamo de furgonetas para el traslado de alimentos. Han apoyado de esta manera a, por ejemplo, Somos Tribu de Vallecas, otra red vecinal formada por más de 1.500 personas que solo tenía un banco de alimentos y que a raíz de la crisis ha creado un total de cuatro despensas solidarias en los barrios de Doña Carlota, Palomeras, Nueva Numancia y San Diego, en las que trabajan juntos vecinos, organizaciones políticas o parroquias.Otra de las tareas que está llevando a cabo el BAB es hacer un mapeo de los bancos de alimentos o despensas solidarias de Madrid para ayudar a las asociaciones a derivar a las personas que no son del barrio a aquellas zonas a las que pueden acudir cerca de sus hogares y que no tengan que trasladarse en esta situación, ya que, al principio, en los diferentes puntos de reparto se estaban atendiendo a muchas personas que no eran del barrio pero que no sabían dónde acudir.
“Es un estrés, es peor que un trabajo, pero es muy bonito”, asegura Teba. “Está creciendo una red y esa es una de las cosas más significativas que estamos haciendo. Esperamos darle continuidad una vez acabada de la crisis”. Coincide con ella Marta Curiel, voluntaria, como Sergio Fernández, de la plataforma La CuBa: “La respuesta ha sido totalmente abrumadora. La situación es durísima, pero es muy bonito y muy emocionante ver la red”. No son, sin embargo, colectivos que “hayan surgido de la nada”, sino que ya existían y que con una situación de necesidad como esta “han resurgido”
"El origen de las donaciones también tiene un espíritu solidario que traspasa las fronteras de lo institucional. A la Asociación de Vecinos de Aluche, un comercio les dona 600 bocadillos de jamón todos los fines de semana. Otro les deja el género muy barato, y siempre les acaba regalando carne u otros productos. Hace una semana, un portal entero del barrio se organizó para hacer una compra conjunta de productos de primera necesidad. Y es que en la mayoría de los casos, los alimentos y proceden de donaciones de particulares, ONG y asociaciones y comercios y otras pequeñas empresas de sus barrios. Según la FRAVM, el 84% de esas redes distribuye productos que consigue de esta manera, ya sea a través de donaciones en especie como de dinero en metálico. El 16% restante reparte comida procedente de los servicios sociales de las juntas de distrito o de escuelas de hostelería que se han puesto en marcha en diferentes lugares, como Santa Eugenia o Latina
Sin apoyo suficiente de la Administración
A pesar de lo que de positivo tiene la capacidad de respuesta de los ciudadanos, muchos de estos espacios ponen de manifiesto que esta labor no debería recaer en una proporción tan grande en los vecinos y que, además, no están recibiendo el apoyo que deberían de la Administración. Una petición recurrente es que les faciliten locales para poder almacenar los productos o llevar a cabo los repartos de comida. En la asociación de Aluche, el local, de 60 metros cuadrados, se ha quedado pequeño para acoger el volumen de productos y solicitaron a la alcaldía madrileña la cesión de un espacio más amplio. El Ayuntamiento les concedió permiso para ocupar un aula del Centro Cultural Fernando de los Ríos, una solución que la AVA rechazó por encontrarse "a un kilómetro de distancia" y por la imposibilidad de ceñirse a las horas de apertura de la instalación. La solicitud para utilizar espacios más cercanos, como el de un colegio o un quiosco del parque no ha llegado a prosperar.
También se quejan de “abandono institucional” en la Asociación de Vecinos de Manzanares-Casa de Campo. “La situación es complicada y esto va a ir a más. Creemos que ninguna Administración está respondiendo a los intereses de la mayoría”, cuenta Alberto Sánchez, su presidente. Su asociación solicitó a la Junta de Distrito un local temporal, ya que el restaurante que han estado utilizando hasta ahora como almacén abrirá en breve. La respuesta fue que no había ninguno disponible. “Pero el centro de mayores que hay en el barrio está cerrado todavía, los colegios están cerrados, la escuela municipal… Hay sitios que, al menos, podrían dejarnos temporalmente”, explica. Al no haber obtenido aún respuesta, han tenido que derivar todos los productos que habían acumulado las últimas semanas para que sean repartidos o almacenados en otras asociaciones.
Desde el Espacio Vecinal de Arganzuela (EVA) también tienen problemas para poner en marcha su despensa solidaria. El suyo es un local cedido por el Ayuntamiento, aunque gestionado por los vecinos. Pensaron en abrirlo para repartir cestas de alimentos y comunicaron a la junta de distrito su intención. La contestación fue que, al ser un espacio municipal, tenían que seguir la normativa sobre estos lugares y que tuvieran “paciencia en la vuelta a su actividad”. “No queríamos volver a nuestras actividades. No entendieron nada”, se quejan desde la asociación, a lo que añaden que “van a abrir de todas formas
Capacidad de resistencia “limitada”
El presidente de la FRAVM, Quique Villalobos, advirtió la semana pasada a la Administración de que la capacidad de resistencia de las redes vecinales que han aflorado esta primavera es "limitada”, sobre todo teniendo en cuenta el ritmo creciente de petición de ayuda. De acuerdo con él se muestra Rogelio Poveda, de Aluche: "No somos una ONG. Estamos cubriendo las necesidades sociales que tendrían que cubrir el Ayuntamiento y la Comunidad”, asegura, a lo que añade que hace poco un vecino les dijo que ellos eran “los servicios sociales del barrio”.
Lo mismo opina Sergio Fernández, de La CuBa: “Personalmente considero que hay un déficit estructural en asistencia social en estos momentos y que con el covid ha aumentado todavía más. Es genial que exista una despensa de barrio, pero no puede ser que la mayor parte del trabajo la hagan los vecinos. Tiene que haber algún respaldo, no puede caer toda la responsabilidad en nosotros”, indica.
Por ello, la FRAVM ha demandado "una intervención pública de gran calado para atender las necesidades básicas de su población" y, en concreto, "una implicación de las administraciones con las redes mucho mayor". La Federación ha presentado al Ayuntamiento propuestas como la creación de una cocina solidaria en cada distrito o la cesión de espacios públicos para despensas solidarias.
También, y tras conocerse la situación en Aluche, el PSOE y Más Madrid solicitaron al Ayuntamiento la creación urgente de una Mesa de Emergencia Alimentaria para coordinar el movimiento vecinal de apoyo.