Desde aquí manifestar mi pesar por lo que le ha sucedido a Raquel, compañera de empresa (trabajábamos cerca pero en distintos departamentos), y de la que me quedará el recuerdo de su sonrisa y su amabilidad, siempre que por motivos labores, coincidíamos en el avión o en cualquier otro lugar del aeropuerto.
No se merecía (ni ella, ni nadie) un final tan miserable y trágico como éste.
Un abrazo y hasta siempre Raquel.