Así es, amigos.
Nos estamos quedando sin buenos restaurantes en Madrid y la tendencia es tan acusada que la prensa de hoy le dedica un artículo a doble página.
Hace un año, cerraba sus puertas Príncipe de Viana, luego el Club 31, hace unos meses Balzac y finalmente, no ha abierto después del verano Jockey.
Su propietario (que lo fue también del Club 31) es el padre de Luis Eduardo Cortés, hoy presidente de IFEMA y sin vocación alguna por la restauración.
Queda Zalacaín (en situación incierta tras la muerte del propietario Luis García Cereceda, propietario de La Finca, y las peleas de su viuda y sus hijas, una de ellas casada con el hijo de Ostos) y Santceloni, que a duras penas mantiene el pulso.
Detrás de esta cadena de cierres se encuentra la necesidad de estos establecimientos de contar con gran cantidad de personal para satisfacer un servicio acorde con su calificación y la obligación de contar con un género carísimo siempre, se venda o no; simultaneado con la prohibición generalizada en las empresas de gastar un Euro en nada que sea suntuario como los automóviles o las comidas en locales de lujo.
Así que veremos más decesos entre el gremio en los próximos años; nos vemos celebrando nuestro aniversario en el Guernica o en Dublinia.
Cagoentó...