Mucho hay que desplazarse en este pueblo para conseguir los periódicos a una hora lo suficientemente temprana como para que puedan leerse novedades en ellos; noticias que no hayan sido aún superadas por las radios, televisiones o Internet.
De vuelta con ellos he coincidido con la apertura del ChurroBús, curiosa mezcla entre el Carney's de N.Y. y la Chocolatería de San Ginés, y he podido observar con agrado la impoluta indumentaria de las personas que lo atienden, blanca blanquísima, con enormes gorros de cocinero inéditos por éstos lares.
Más me he sorprendido al ver como uno de entre ellos permanecía inclinado sobre la alcantarilla próxima, vertiendo con esmero el contenido de dos enormes bidones negros que a todas luces y por la color, albergaban el aceite usado de su industria.
¡Qué contraste! ¡Qué maravilla! El uniforme, blanquísimo, símbolo de la pureza extrema y el acto, negro, cochino, guarro de toda guarrería de arrojar el óleo al alcantarillado...
Probablemente les estemos atracando, vía impuestos municipales, y el escaso beneficio que pudieran obtener se lo estemos incautando; podría ser. Pero esto no debería ser excusa para que se alivien de esta forma tan, tan cochina.
Chanchos, chanchitos, cualquiera se atreve...
Saludos.