DESPEDIDA A BOSCO, UN BULLMASTIFF: ¡HASTA SIEMPRE AMIGO!
Te recuerdo amigo, tenías más o menos una semana de vida cuando fuimos a verte a Villamayor (Salamanca) a casa de Fernando, a finales de junio o principios de julio del 2006. Eras el único cachorro de la camada. Tu color atigrado en unas dimensiones tan pequeñas te daba un aspecto precioso nunca visto antes por mí en un cachorro. Se te veía muy feliz, siempre al regazo de tu madre. Le pregunté a Fernando si te podía coger, y ante tu aspecto frágil te sujeté torpemente invadido por la falta de práctica y por el temor a hacerte daño.
Me había interesado previamente por tu raza y por ti, al pretender tener un perro de aspecto imponente, noble de comportamiento, guardián y seguro con los niños. El color atigrado hacía honor a tus antepasados ingleses “guardianes de la noche”, y al pionero y legendario “Thorneywood Terror”, pudiendo con dicha tonalidad camuflarse durante la noche en la búsqueda del cazador furtivo, a quien debía sujetar o placar, nunca causar daños innecesarios.
El desarrollo posterior de la raza y las exposiciones de belleza empezaron a traicionar aquella funcionalidad ancestral, aunque conservando seguramente lo más importante, y que en ti era palpable: la seguridad en ti mismo, el señorío, la nobleza e incluso las buenas formas en la réplica ante las actitudes agresivas y primitivas de algunos de tus congéneres más violentos. Algún propietario de ejemplar de una conocida raza se seguirá preguntando al día de la fecha que perro era ese, de impresionante aspecto, que contestaba a la agresividad de su mascota con la mayor de las indiferencias, agotando todos los recursos de la paciencia antes de sujetarle del cuello, placándole para posteriormente soltarle sin una sola marca o rasguño, únicamente con el fin de que le dejara en paz.
En este momento de recuerdo emocionado quiero Bosco pedirte perdón por no haber sabido tratarte siempre y en todo momento con el respeto que merecías. Aunque no eras un perro ladrador (ninguno de tu raza lo es), sí hubo ocasiones en que algún ladrido insistente e inoportuno, más fruto de mi inexperiencia canina que de tu talante, así como algunas gamberradas juveniles, tuvieron en mí reacciones no idóneas de castigo, incluso físico, de lo que ahora me arrepiento profundamente.
Te debo mucho Bosco. No sabría por donde empezar. Has hecho que me sienta importante. Por momentos he percibido que mi principal título era ser tu propietario: el dueño del Bullmastiff Bosco.
Recuerdo, por ejemplo, dentro de lo reciente, las constantes visitas a la clínica veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, como sólo con tu presencia, siempre a lo tuyo y sin prestar más atención de la debida al resto de pacientes caninos, causabas la admiración y el respeto entre los propietarios presentes y respectivas mascotas, no desperdiciando nunca la oportunidad de dar tus diversas muestras de cariño a cualquier persona que se te acercaba, llegando en muchas ocasiones a adoptar esa típica y cómica postura tuya de tumbarte en el suelo en posición equivalente a “decúbito supino” para que continuaran dándote “mimos” como muestra de tu insaciable voluntad para recibirlos.
Podría extenderme en otras muchas anécdotas, todas elogiosas y enfatizando tu comportamiento afable y cariñoso con los visitantes de distinta índole que llegaban a nuestra casa; a los que siempre recibías sorprendiéndolos, a veces inesperadamente, al no ser conocedores de tu presencia, con tu porte de enorme humanidad y caballerosidad, donde tras la primera impresión de estupor por parte del recién llegado, y mis intentos de tranquilizarle, pasabas rápidamente a dedicarle todo tu repertorio de recibimiento ceremonial (restregándote, dando al rabo), donde mi única preocupación es que flexionaran ligeramente las rodillas hacia el frente con el fin de evitar alguna posible lesión articular como consecuencia del contacto afectuoso de tus 60 kilos (63 llegaste a pesar).
Bosco: El pasado día 8 de septiembre, lunes, ha sido uno de los días más tristes de mi vida. Cuando la veterinaria Ana Isabel entró por la puerta, sobre las 11:00 horas, ya la conocías de otras visitas, hacía una hora aproximadamente que no te movías, y encontrándote echado en la cocina, de espaldas a la entrada, con la cabeza entre las piernas (en la misma postura desde última hora de la tarde del día anterior, domingo) sacaste de donde ya no tenías unas débiles fuerzas, irguiendo ligeramente la cabeza y mirando hacia atrás, al tiempo que dabas al rabo, en lo que parecía una invitación amistosa a aceptar tu destino. Posteriormente, ya tumbado, no te volviste a mover. Te acaricié el entrecejo y abandonaste este mundo en un suspiro, sin un quejido. Seguramente tu antepasado, el gran THORNEYWOOD TERROR, te acogerá a su lado, y, curiosamente, de reprocharte algo sólo será tu exceso de bondad.
Una última reflexión y una petición, Bosco:
Después de conocerte dudo que pueda volver a tener otro perro. Finalmente pedirte que cuando la parca vuelva a llamar a mi puerta, preguntando en este caso por mí, me ilumines desde donde estés para que pueda abandonar este mundo con la resignación, la bondad y el agradecimiento que demostraste hasta el último momento.
¡Cuánto me has enseñado!
Permanecerás siempre en nuestro recuerdo. Javier y Carmen también han llorado mucho por ti. Luisa lo lleva de forma más serena pero no con menos dolor.
¡HASTA SIEMPRE AMIGO!.
Paracuellos de Jarama (Madrid), 11-09-2014
Fdo. Javier M. F.