elen97 dijo:
Eso, eso, dictadura a tope, ya solo os queda echar de los plenos a los del grupo de Ciudadanos como hacía vuestro socio Mesa, con los que le impedían ganar las votaciones.
Os molestan los ciclistas, os molestan los perros, os molestan las barbacoas, os molesta que la oposición haga su trabajo, proponéis que se persiga y fotografíe a los vecinos, se os ve muy tolerantes partido vecinal.
Hasta nunqui.
Bufff, qué rollo eres, de verdad... con mi mejor intención te diré que creo que tienes un problema de autoestima.
Problemas de autoestima... a ver, que determinar de dónde pueden venir y reparar sus causas puede constituir un rompecabezas de difícil solución; pero existen técnicas de refuerzo que en el peor de los casos son completamente inocuas.
Si me permites, déjame que te cuente el caso de mi amigo Linos... bueno que amigo, amigo no era; pero él se tenía por tal, y oye, siquiera por no defraudar uno se entrega, las buenas personas somos asín...
Te cuento lo de Linos porque lo considero un magnífico ejemplo de tesón y superación que podría contribuir a orientarte y ayudarte.
El tal Linos tenía un trabajo relacionado con la tecnología y él no era ingeniero, ni tecnólogo, ni la menor vocación o aproximación a nada de las TICs esas. En estas condiciones -o con estas carencias- el suyo era uno de esos empleos que básicamente son puramente "comerciales" (en el peor sentido de la palabra); pero que por alguna razón nadie se atreve a etiquetarlos de modo tan marcadamente estigmatizante.
En todo caso, un desempeño laboral medio regular para un empleo de esta guisa se tiene que apoyar en unos altísimos niveles y recursos de autoestima; así que, en estas condiciones, lo realmente malo, es que a sensu contrario el impacto de un desempeño irregular siempre hace mella -y de qué manera- en esa misma autoestima.
Pues en un episodio así se encontraba el tal Linos, en un bajón de productividad que le obligó a replantearse todo lo humano y lo Divino, porque lo cierto era que desde hacía algún tiempo empezaba a dejar de tener un gozo en el alma... ¡grande!... uy “grande” decía él, qué risa... pufff...
Pues eso, que cuando aún conservaba un mínimo gozo de ese que le proporcionaba su Comunidad, decidió ponerse a prueba para convencerse que ese bajón no eran más que boberías estupideces de su mente, y con tal resolución decidió vestirse con sus mejores galas y pasearse una y otra vez por delante de los chiringuitos de ING o Wizink de las grandes superficies y, aunque él nunca lo reconocería, para sus adentros bien sabía que incluso les ponía ojitos a sus representantes... a ver, que él no pretendía nada deshonesto, solo quería ser tratado como un ciudadano respetable; ser requerido por esas alimañas comerciales tan ávidas de clientes... ¡madre mía, pero qué menor aspiración que se target de esos depredadores!.. por eso fue terrible comprobar que los de los chiringuitos tarjeteros, a pesar de sus esmeradas vestimentas y de las inequívocas carantoñas de Linos , simplemente no reparaban en él, que les resultaba transparente… joder, qué palo… ¿o no?...
Así fue que Linos entró en barrena en una espiral que desembocaba sin remedio en la autolisis.
De esta manera resolvió recluirse en su "chalet" de Miramadrid con el firme propósito de administrarse una sobredosis de series. Sin embargo, providencialmente una nueva reasignación de canales TDT junto con no sé qué leches de una telefonía móvil que a él no le llegaba ni de refilón evitó la tragedia y ese impasse le invitó a reflexionar sobre el mismísimo sentido de la vida.
Tras unas largas y locas noches de ingesta indiscriminada de red bull; leche sin lactosa, y té verde a discreción y sin otra señal que la de la SEXTA, llegó a la conclusión de que él no tenía ninguna obligación de superarse ni ser útil a nadie; que son las administraciones públicas las que tienen la irrenunciable obligación de hacer de él una persona digna y plena de derechos, que para eso le había traído su madre al mundo; aunque, eso sí, le correspondía a él el deber... ¡o la heroica empresa!... de exigirlo.
Esa revelación llevó a que Linos cambiara para siempre su mirada, y a que la curvatura de la comisura de sus labios pasara de convexa a cóncava. Se convirtió en otra persona... abandonó su apellido y empezó a usar su nombre: Ángel.
Sin embargo; aunque claramente había recuperado la alegría de vivir, decidió que no iba a dejar (al menos de momento) que eso tuviera su efecto en su manera de vestir: permaneció con aspecto guarrindongo y abandonado y se dejó barba por unos días, antes tenía alguna cosa que hacer:
Pidió y obtuvo la baja por depresión.
En los días siguientes Ángel se vistió con las mismas ropas con las que no consiguió seducir a los comerciales de ING o Wizink, y se dirigió a los pasos de peatones de las más largas avenidas de Miramadrid, prácticamente desiertas, y ahí que esperaba paciente a que algún conductor loculeo quisiera cruzar el paso protegido por ley así, como si nada; como si tal cosa, sin que reparara ni comprobara si pudiera haber por ahí algún derecho que pudiera ser pisoteado sin querer … ¡como si él no existiera!... sin respetar que el Estado le hubiera dotado del título de “peatón” y que, como tal, en esa franja decorada al modo de ciertos mamíferos africanos, él tenía derecho a circular libérrimo... ¡y ese derecho que tanto había costado arrancar a las entrañas del… ese derecho que tanto había costado obtener... ese derecho había que ejercerlo o resignarse a perderlo!...
Así que ahí esperaba él a que los vehículos que se oteaban en el horizonte a varios minutos se situaran próximos al paso protegido por ley, y esperaba quedo e inerte, así como haciéndose el loco, hasta estar a tiro de golpe de freno, que era cuando él lo ocupaba, como otros mamíferos africanos -léase gacela- de un grácil y sorpresivo salto, dejando sorprendidos e inermes a los conductores que no estaban atentos a los derechos de los peatones... de tal manera que, sorprendidos, cuantos más y más estridentes aspavientos dibujaban esos airados conductores, más cóncava se le hacía a él la curva de la comisura de sus labios…
Sí, sí… algo había empezado a cambiar.
Y así se desempeñó gozoso por meses, ganando felicidad y confianza en sí mismo.
En la actualidad Angel Linos ha obtenido el título de “ciclista”; es líder de un club ciclista para puertos sin arcén; lleva una cámara en su casco de alienígena; graba todo lo que ve raro; lo denuncia a los medios, y se está haciendo de oro.
Recuerda, amigo, a ti nadie te pidió permiso para nacer y por tanto no tienes la menor obligación de superarte ni de ser útil o cómodo a la sociedad: son las administraciones públicas las que han de encargarse de llenarte de derechos y de felicidad.
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