Bueno, bueno, bueno, impresionante lo de esta moza.
Las chicas normales, cuando tienen un calentón y se lo quieren montar a su aire, pues eso, que se lo motan a su aire sin demasiadas liturgias ni protocolos: un buen paquete de imaginación y el dedo corazón para pulsar en el botón rosa, o los que fuera menester para tapar el hueco del amor.
Pero lo de “Nains” es todo un elaborado cortejo tramoyista entre fantasmas y avatares, cuando no un romance en toda regla, que culmina con algo que nada tiene que ver con un acto solitario de genitalidad, sino con un sublime acto de amor propio, un acto de sumisión y entrega a un Ego trastornado; una suerte suprema en el albero virtual en el que matador y morlaco no son sino dos muñecos apadrinados por la misma loca.
Vestida con sus mejores galas, acude al lugar más chic a tomar un buen vino, tal vez también a cenar. Sonsiras cómplices para sí misma, e incluso alguna furtiva carcajada contenida en una conversación con nadie… qué ladrón, cómo me estás arrastrando, bandido. Por fin se hace la despistada y tontorrona, mientras se deshace en una conversación solitaria entre guiños y complicidades, y se acerca a un hotel en el que en un gesto espontáneneo contrata la habitación que el día anterior había reservado… y ya en la intimidad de tan confortable rinconcito … se hace el amor, varias veces.