Cuando terminó el confinamiento, un grupo de padres se reunía en la calle del pueblo con sus hijos sin mascarillas para jugar. Eran libres y lo pasaban bien. Hace poco me dijeron que lo habían pillado. Ya la calle estará vacía hasta no se sabe cuando…
Cuando fuí por Madríd, por Julio, observé como todo díos llevaba la mascarilla incluso en el Retiro. Me sentí “seguro”. Aquí, en Paracuellos, el alcalde publicó una noticia, donde estaba orgulloso de ser uno de los pueblos con más habitantes y menos incidencia. Hoy vamos por 245 casos por 100.000 con 62 casos por PCR en los últimos 14 días. Parecen pocos los 62, pero seguro serán más los que lo tienen ya.
Cuando te paseas por el foro, ves posts de todo tipo que no hacen referencia al coronavirus. La gente está hasta las narices del bichito y quiere vivir. El efecto avestruz se extiende tambien por la televisión, con las tertulias de futbol, el corazón y demás chorradas, cuando lo que estamos viviendo es un terremoto de escala brutal, comparable a cualquier guerra mundial en un muy corto periodo de tiempo. En la guerra civil por lo menos se podían hacer “negocios” con tranquilidad fuera de las zonas de batalla.
Y mientras la gente esconde la cabeza en sus agujeros de confort, el “bichito” avanza con gusto, y la sociedad infantil que hemos creado, que jamás vivieron penuria (menos los que de verdad la han vivido con su pobreza), creen que un dios, su Dios, el político de su bando, o el calor estival, les salvará el culo de esta. El calor ya pasa y ha pasado y se ha demostrado que no mata al virus, los que “aman” a Sanchez, Iglesias y Ayuso se están dando cuenta que son simplemente el reflejo de la sociedad que habitan (faltan los que no mandan, pero que harán lo que han venido haciendo hasta ahora y fallarán), y con la religión también pasará lo mismo, como pasó en la peste, las guerras o la gripe española.
Cuando esta sociedad madure y se haga ADULTA, y confie en la CIENCIA, entonces y solo entonces superaremos esto. Pero claro, no se puede pretender cambiar en meses, lo que tardamos años en cultivar. Tenemos lo que nos merecemos.