Buf, mira hace muchos años adopté una cobaya porque sus dueños no podían tenerla y no sé si tuve mala suerte o qué, pero era ruidosa (no veas que silbidos a la hora de comer), asustadiza (con el consiguiente desparrame de los granulitos de la jaula por todo el suelo), había que limpiarle la jaula cada dos por tres porque olía... Vamos una joya jajaja... Ya te digo que no sé si fue mala suerte, ya que no quise repetir.