Todo el que vive en Parla es conocedor, ya sea con indignación o absoluta desidia, de que Parla es una ciudad minada de excrementos caninos en sus calles, plazas y jardines. Caminar por Parla obliga permanentemente a sortear las deposiciones de los canes para no pisarlas, y regresar a casa sin algún “recuerdo” fecal en las suelas de los zapatos es una verdadera fortuna. Con el paso de los años y la expansión urbanística el problema se ha ido agravando, pues mientras en la mayor parte de las ciudades, aparte de que se aplican duras sanciones a los infractores, ya existe desde hace años una mínima conciencia cívica y es habitual ver a los dueños portar una bolsa y agacharse para recoger los excrementos de su perro, pero en Parla se ha ido a peor y casi nadie lo hace. No hay progreso sino una regresión constante.
Todo ello genera degradación, suciedad, malos olores y ofrece una imagen penosa y tercermundista a los ciudadanos que lo sufren a diario. Pero de la imagen de la ciudad ya ni hablamos, la realidad es mucho peor que los tópicos y son demasiados los aspectos negativos de convierten a Parla en lo que es a día de hoy.
Es rarísimo ver a algún dueño recoger los excrementos de su perro. Es más, es que en Parla prácticamente nadie recoge los excrementos de su propio perro y en ciertas zonas en las que incluso existen zonas terrizas donde poder defecar, los perros acaban defecando en plena vía pública, lo que ya es el colmo del incivismo y la repugnancia. El incivismo y la mala educación son tremendos en Parla, y el Ayuntamiento jamás sanciona por ello, con lo cual se ha generado una sensación de impunidad total que se perpetúa en el tiempo y los infractores actúan con la más completa libertad.
Hay una evidente relación causa-efecto en casi todos los fenómenos de comportamiento social que acontecen en cualquier asentamiento humano, con mayor incidencia e interrelación en el caso de tratarse de zonas urbanas, donde el espacio público adquiere una mayor importancia y donde se produce una convivencia más intensa. El paupérrimo nivel formativo y educativo de una gran parte de los habitantes del municipio se muestra a las claras en este y otros muchos aspectos de la convivencia vecinal y ciudadana, pues quien no recoge los excrementos de su perro es el mismo energúmeno que habitualmente tira al suelo de su portal la publicidad del buzón, fuma en el ascensor, etc.
Es cierto que un perro es la viva imagen de su propio dueño y su comportamiento obedece a lo éste le ha enseñado o le ha permitido y, por desgracia, la mayoría de los dueños de perros no tiene idea de lo que significa educar y cuidar de un animal de forma responsable.
Desde el punto de vista sanitario, se considera que los excrementos caninos en la vía pública pueden afectar a la salud humana, ya que dichos excrementos contienen parásitos que causan entre otras graves enfermedades como cenurosis, ancylostomidosis, ascaridiasis, hidatidosis y toxocariasis, unas enfermedades que en casos extremos pueden provocar ceguera y hasta la muerte.
Aparte de constituir un problema sanitario público de primer orden y una agresión estética y olfativa para los sufridos ciudadanos, el tema de las deposiciones caninas es otro gravísimo problema más que el gobierno municipal de Parla no ha sabido o no ha querido resolver, lo que supone una intolerable pasividad e incompetencia por su parte y lo hace corresponsable del mismo.