Es curioso. En Madrid capital las marquesinas de las paradas de autobuses se están renovando por el cambio del concurso y en el mismo Madrid y en muchas otras ciudades como Parla quedan infinidad de paradas sin marquesinas. Éstas tienen una función primordial como resguardo de los usuarios que a cualquier persona con dos dedos de frente no se le escapa. Pero los ayuntamientos prefieren instalarlas o autorizar a empresas su instalación atendiendo a criterios publicitarios.
Es una muestra más de que lo importante es la publicidad, cuando proporciona dinero fresco a los políticos, aunque para ello haya que venderse hasta el extremo de renombrar estaciones y líneas de transporte público. Y el problema no son las ideas políticas. Quien defiende honestamente la preponderancia de lo privado sobre lo público merece todo el respeto aunque no se comparta.
Pero quien practica desde el poder un modelo mixto público-privado lo más opaco y con el menor control ciudadano posible, suele tener una doble moral. Son dirigentes que admiten sin reparos la ignominia de que una de las más importantes y posiblemente la más tradicional estación de metro cambie su nombre por Vodafone-Sol a cambio de un contrato millonario. Pero seguramente se opondrían con todas sus fuerzas a que Foie-gras La Piara patrocine la Asamblea de Madrid o a que Ron Cacique figure sobre la Presidencia de la Comunidad.
¿Me equivoco?