Sobre el ruido, interesante artículo encontrado navegando por la red:
Ruido de trajes (para no pensar)
24 de Mayo de 2009
Diez años de boom inmobiliario, de recalificaciones galácticas, de ascenso al cielo de los millonarios de la revista Forbes de varios ladrilleros patrios, de bancos que han vendido a paladas nuestro futuro ; y con toda la corrupción exponencial que ha habido nos aparece el escándalo de unos trajes y no se habla de otra cosa. Es como si a la opinión pública las evidencias le señalaran algo con el dedo y se quedara mirando el dedo.
Periódicamente aparecen reportajes en la prensa en los que la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos clasifica como el segundo país más ruidoso del planeta, sólo por detrás de Japón. Las noticias se comentan como una curiosidad, una pincelada costumbrista de “nuestro” carácter ibérico y bullicioso. Pero la pregunta que nunca se refleja en los medios es por qué somos tan ruidosos.
Sin ninguna intención de parecer pretencioso creo que tengo la respuesta. Un comportamiento tan extendido, voluminoso y evidente tiene que tener una explicación clara ; hacemos tanto ruido para no pensar. La negación del ejercicio de pensar es algo muy nuestro, en una sociedad donde la inquisición acusaba de brujería a quien lo hacía ; una institución tenebrosa que términó sus maniobras de destrucción masiva hace apenas unas décadas, con el grito de un militar que aclamaba para salvarnos de la quema su “muera la inteligencia”. Y lo peor y lo más triste de todo es que la inteligencia se murió.
La capacidad más intensa e interesante de pensar, en el sentido más creativo y complejo del verbo, la tuvo nuestra sociedad en los años veinte y treinta del pasado siglo, gracias a un encuentro relativamente generalidado de cuatro elementos fundamentales en la existencia de la humanidad: la inteligencia, la cultura, sensibilidad y el compromiso social. Pero entonces llegaron los asesinos de la inteligencia y nos dejaron huérfanos de pensamiento.
Hubo destellos en los años del señor oscuro pero nunca recuperamos aquella brillantez. Y de aquellos asesinatos de la inteligencia estos ruidos.
Podría hacer una tesis doctoral sobre la funcionalidad de nuestro ruido, pero creo que el ejemplo con el que he comenzado es suficiente. Da igual que el ruido lo haga el deporte, la movida madrileña, un periódico empeñazo en defender a los falsificadores de la verdad de un terrible atentado o la prensa rosa con sus decibelios permanentes. Ruido, ruido y más ruido. Y si lo hacen unos trajes no veremos a los hombres que van dentro de ellos, que como los hombres grises de Momo se fuman nuestro tiempo y que en sus manos transportan maletines repletos de voluntades vacías de escrúpulos y repletas de euros.
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