He llegado a la conclusión de que la vida en Sanchinarro va a ser el resultado de un cruce de tendencias entre:
1. La vida de provincias.
2. La vida de barrio.
3. La vida de pueblo.
4. El Horror.
¿Cómo se materializará esto?
La vida de provincias consiste, esencialmente, en salir a pasear el domingo con el carrito del niño por la calle principal y terminar comprando unos pasteles o unos canapés en la pastelería de referencia.
La vida del barrio consiste en sentarse en un banco (en el respaldo, con los pies en el asiento) a comer pipas y degradarse amigablemente con ayuda del gimnasio o de agentes tóxicos y alcohólicos, fabricarse luchacos, hacer el fakir quemando gas del mechero previamente acumulado en la boca y atormentar pequeños insectos.
La vida del pueblo consiste en tener las mejillas coloradas y hacer la matanza. El Horror se resume en convivir con regordetas ahorradoras y derramar tu juventud en una enorme mole de cemento armado o en un descampado.
Si nos atenemos a estos precedentes, la vida de Sanchinarro se sintetizaría en algo así como: "Pasear el domingo por un descampado, entre moles de hormigón, con un musculado bebé fakir y porrero que viaja a bordo de un cochecito modificado con alerones y rejillas varias, junto a una mujer regordeta con las mejillas sonrosadas que te impide comprar pasteles para ahorrar y te lleva a ver la matanza de un perro con la que fabrican morcillitas cicateras". Se trata sólo de una aproximación, pero apuesto mi micropene trémulo y cabizbajo a que no difiere sustancialmente de la realidad final. Por cierto, a la gente sanchiguarra en general no le gusta los nombres de localidades largos: por ejemplo, mejor Sanse que San Sebastián, mejor Fuenla que Fuenlabrada. El Leganés pasa a ser el Lega. Parla mola, porque es corto. Pinto también. Pues según esto, pronto Sanchinarro de llamará Sanchi, a secas. "Me voy con mi cuñao el de Sanchi", por ejemplo.