Buenas tardes,
Ayer, a última hora de la tarde acudí a la Farmacia situada en Príncipe Carlos, entre el Chiscón del Tato y el Trisquel.
La temperatura en el interior alcanzaba los 30ºC, dos o tres grados más del calorazo que hacía en la calle.
Se lo comenté al farmacéutico, advirtiéndole de la cantidad de género que tenía en sus estanterías susceptible de malograrse con semejante calor: alimentos dietéticos, cremas, jarabes, productos para bebés...
Su sorprendente respuesta fue que a la farmacia le daba el sol toda la tarde y que qué podía hacer.
Le dije que existía el aire acondicionado (¡ese gran invento!) y salí con mi compra al frescor de la calle, a punto de eclosionar.
Intentaré evitar comprar en esa farmacia, no por nada personal, sino porque desde ayer no me fío del estado de los productos de dicho establecimiento.
Por si sirve...