A veces el derecho de los niños a jugar en un espacio abierto como es un jardín o zona de juegos dentro de un recinto cerrado debe reglamentarse o limitarse si este derecho conculca el del los vecinos a estar tranquilos en sus casas, sobre todo cuando son multitudinarios o se realizan dentro de lo que se considera "horario de descanso".
Conozco casos en los que, en alguna comunidad -sobre todo en verano- los niños campan a sus anchas en el parquecito infantil instalado en la zona común hasta altas horas de la noche (las 12, la 1 de la madrugada) sin pensar sus padres que hay gente que han de madrugar para ir a trabajar al día siguiente, o personas ancianas o enfermas que se alteran con los ruidos si estos se producen a horas inadecuadas.
Evidentemente el problema no es de los niños, lo crean los padres de las criaturas que no son capaces de ponerse en la piel del resto de los vecinos que pueden sentirse agredidos por los chillidos, gritos, carreras y juegos de sus vástagos.
Todos hemos sido niños, sí. Algunos mejor educados que otros.
Y muchos también somos o seremos padres, y deberemos educar a nuestros hijos en el respeto a los demás, a fin de que no se conviertan en unos salvajes incontrolados.