A ver, vecino, doce años como presidente son más que suficientes para que hasta los santos le den la baja. Y si, además, ha hecho el trabajo sin líos, con una comunidad razonablemente tranquila, merece usted no un aplauso, sino un busto en el portal. Pero bueno, vamos al lío: el relevo.
El problema es el de siempre. De los diez propietarios, cinco viven allí, aguantando goteras, cuentas y reuniones, y los otros cinco están a lo suyo, alquilando pisos y ocupados en cualquier cosa menos en atender sus responsabilidades como vecinos. Pero claro, cuando se trata de pagar derramas o discutir por la cuota del administrador, ahí sí están pendientes, no vaya a ser que alguien gaste un euro más de lo que toca.
El cargo de presidente: que no se hagan los suecos
Según la Ley de Propiedad Horizontal, aquí no se libra ni el Tato. Que el artículo 13.2 lo dice claro: todos los propietarios están obligados a aceptar el cargo de presidente, salvo que el juez diga lo contrario. Y eso de vivir fuera no es excusa válida. ¿Qué significa esto? Que si les toca a los no residentes, a comerse el marrón. Eso sí, podrían buscarse un representante que esté allí, alguien que les haga el trabajo en su nombre. Porque lo que no puede ser es que siempre les toque a los mismos. Vamos, que ya está bien.
Turnos rotativos: repartir las miserias
Lo suyo sería un sistema de turnos. Que le toque a cada uno según corresponda, como el servicio militar. ¿Que uno vive fuera? Perfecto, que ponga a alguien de confianza a representarles. Pero el marrón lo cargan igual, y si no, que se inventen algo. Que a estas alturas no se puede seguir cargando el muerto a los de siempre.
La figura del administrador: que trabajen ellos
Si a algunos no residentes les incomoda el tema, hay una solución intermedia. Puede contratarse a un administrador con más funciones y menos miramientos. No elimina la figura del presidente, porque eso es obligatorio, pero reduce las tareas del pobre diablo al que le toque. Vamos, que el administrador hace todo el curro técnico y el presidente pone la firma y sonríe para la foto. Eso sí, el administrador cobra, y habrá que explicárselo bien a los que siempre lloran por las cuotas.
¿Un presidente residente? Más lógico que respirar
Otra idea, y bastante sensata, sería acordar entre todos que el presidente sea alguien que viva allí. Vamos, sentido común. Que si pasa algo, el presidente esté disponible y no haya que esperar a que vuelva de Cuenca o de Estocolmo. Esto no es excluir a los no residentes, es pura lógica. Además, si los no residentes quieren evitarse problemas, que se impliquen de otra manera: pagando un poco más, compensando a los que estén en primera línea.
El día de la reunión: mano izquierda y sin miedo
En la reunión, sea usted claro. Agradezca que lo quieran perpetuar en el cargo, pero que ya está bien. No es su misión salvar a la comunidad para siempre. Explique que no se trata de fastidiar a los no residentes, pero que tampoco pueden seguir dejando que otros les saquen las castañas del fuego. Plantee opciones: turnos, representaciones, compensaciones. Y, sobre todo, que quede claro que lo justo es repartir las responsabilidades, no cargárselas siempre al mismo.