Dicen los viejos (que de eso saben un rato) que no hace mucho tiempo hasta en casa procuraban no contar chistes de cierto personaje que aún en la España de entonces y a despecho de la propaganda oficial todos consideraban dictador.
Era una época en la que por cualquier peregrino motivo podían darte el alto y, después de un apropiado repaso exigirte la correspondiente documentación. Era un tiempo en que eso de "mis derechos" existía tan solo en las películas de los americanos.
Entonces era obligatorio ir a misa los domingos.
Era obligatorio ceder el asiento en los autobuses a "los caballeros mutilados".
Era obligatorio aceptar el maltrato con resignación cristiana escudándose en la abyecta afirmación "...¡es que me quiere tanto que por eso me pega!".
Era obligatorio el matrimonio.
Era obligatorio un certificado del padre o del marido para que la mujer pudiese abrir una cuenta en el banco.
Era obligatorio que la mujer dejase el trabajo para hacerse cargo de los hijos.
Era en fin una época en la que la libre expresión u opinión era amordazada con la supuesta sana intención de controlar a los elementos subversivos.
¡Llegó la democracia!
Y, en estos tiempos de apertura, nos descubrimos que podíamos sugerir anónimamente y opinar con absoluta libertad.
Abrieron el IKEA, ALCAMPO, CARREFOUR,...Lugares donde podías rellenar un impreso haciendo incapie en lo que consideras necesario cambiar sin necesidad de dar "la papela" (el DNI o NIF o Nombre, teléfono, piso, medidas y peso).
A...pero llegó el 2000 y en una remota república bananera, famosa por sus fiestas a la luz de la luna y sus barbacoas en los acántilados bajo la vigilante sombra de los cocoteros, una naciente sociedad decidió recuperar las formas olvidadas de los tiempos en que los invasores arribaban a sus costas para socabar sus recursos naturales.
En una palabra, decidieron por su cuenta y riesgo, sin contar con beneplácito alguno, comprar un buzón de sugerencias con el dinero común y, para acceder libremente a dicho bien común, recuperar una exigencia tan antígua como la de vestir el derecho con la rígida armadura de la OBLIGACION.