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Sergi_80
Sergi_80
11/12/2008 13:00

Perseo

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Hola.

Como ahora ya nos queda esperar que se pongan en contacto con nosotros para el tema de una segunda plaza de garaje y/o trastero, y tendremos que ir pagando los plazos que van quedando, etc... me ha parecido interesante (y es que a mi me gusta mucho la mitología griega) saber un poco quien es Perseo, pues, como sabéis es la calle donde vamos a vivir.

Aquí os escribo quién era Perseo:

Abante, rey de Argólida y nieto de Dánao, era un guerrero tan famoso que después de su muerte bastaba con mostrar su escudo para poner en fuga a los que se rebelaban contra la Casa Real. Se casó con Aglaye, a cuyos hijos mellizos, Preto y Acrisio, legó su reino con la orden de que se turnaran su gobierno. Ambos comenzaron sus disputas en el mismo seno materno, y alcanzaron el límite cuando Preto se acostó con Dánae, hija de Acrisio, de lo cual escapó con vida a duras penas. Como Acrisio se negó entonces a cederle el trono al final de su reinado, Preto huyó a la corte de Yóbates, rey de Licia, y se casó con su hija Estenebea. Poco tiempo después regresó como caudillo de un ejercito licio reclamando su derecho de sucesión. Se libró una sangrienta batalla, pero como ninguno de los rivales aventajó al otro, Preto y Acrisio accedieron de mala gana a repartirse el reino. Acrisio se quedó con Argos y sus alrededores, mientras que a Preto le correspondió Tirinto, el templo de Hera, Midea y la costa de Argólide.
Siete cíclopes gigantescos llamados Gasteroquiros, que se ganaban la vida como albañiles, acompañaron a Preto desde Licia y fortificaron Tirinto con enormes murallas utilizando bloques de piedra tan grandes que ni un tiro de mulas hubiera podido mover el menor de ellos.
Acrisio, que estaba casado con Aganipe, no tenía hijos varones, sino una única hija llamada Dánae a la que había seducido Preto ; y cuando consultó a un oraculo cómo podría engendrar un heredero varón, la respuesta fue: "No tendrás hijos, y tu nieto te matará". Para evitar este destino, Acrisio encerró a Dánae en un calabozo con puertas de bronce guardado por perros salvajes, pero, a pesar de estas precauciones, Zeus la cubrió en forma de lluvia de oro y ella dio a luz a su hijo Perseo. Cuando Acrisio se enteró del estado de Dánae se negó a creer que había sido obra de Zeus, y más bien sospechó que su hermano había vuelto a tener relaciones
íntimas con ella ; pero no atreviéndose a matar a su propia hija, la encerró junto con el infante Perseo en un arca de madera y la arrojó al mar. El arca fue a la deriva hasta la isla de Sérifos, donde un pescador llamado Dictis le echó la red, la arrastró hasta la orilla, la rompió para abrirla y encontró a Dánae y a Perseo, que aún estaban vivos. Los llevó de inmediato a su hermano, el rey Polidectes, quien crió a Perseo en su propia casa.
Pasaron algunos años y Perseo, habiendo alcanzado ya la edad viril, defendió a Dánae contra Polidectes, el cual, con el apoyo de sus súbditos, había intentado forzarla a casarse con él. Entonces Polidectes reunió a sus amigos y, fingiendo que iba a pedir la mano de Hipodamía, hija de Pélope, les pidió que cada uno de ellos contribuyera con un caballo a su regalo de pedida.
- Sérifos es una isla pequeña, pero no quiero parecer pobre al lado de los ricos pretendientes del continente -dijo-. ¿Podrás ayudarme, noble Perseo?
- Yo no poseo caballos, ni oro para comprar uno. Pero si tu intención es casarte con Hipodamía y dejar en paz a mi madre, estoy dispuesto a conseguir el regalo que tú digas, incluso la cabeza de la gorgona Medusa si fuera necesario -añadió impulsivamente.
- Eso me complacería más que ningún cabello en el mundo -contestó inmediatamente Polidectes.
Ahora bien, la gorgona Medusa tiene serpientes en lugar de cabellos, unos dientes enormes, la lengua muy saliente y un rostro tan feo que todo el que la mira queda petrificado de horror.
Atenea escuchó la conversación mantenida en Sérifos y, siendo como era enemiga jurada de Medusa, de cuya horrible apariencia era responsable la misma, decidió acompañar a Perseo en su aventura. Primero le condujo a la ciudad de Dicterión, en Samos, donde se mostraban las imágenes de las tres Gorgonas, para que aprendiera a distinguir a Medusa de sus inmortales hermanas Esteno y Euríale ; luego le advirtió que nunca mirara a Medusa directamente, sino sólo su reflejo, y le regaló un escudo brillantemente pulido.
Hermes también ayudó a Perseo entregándole una hoz irrompible para cortar la cabeza de Medusa. Pero Perseo necesitaba todavía un par de sandalias aladas, un zurrón mágico para guardar la cabeza cortada y el oscuro yelmo de la invisibilidad que pertenecía a Hades. Todos estos objetos estaban bajo la custodia de las ninfas estigias, de quienes debía obtenerlas Perseo, pero su paradero sólo era conocido por las hermanas de las Gorgonas, las tres Grayas con apariencia de cisne que compartían un solo ojo y un diente. Así pues, Perseo se dispuso a buscar a las Grayas en los tronos que tenían al pie del monte Atlas. Se arrastró sigilosamente por detrás de ellas y atrapó el diente y el ojo cuando se lo estaban pasando de una a otra, y les dijo que no se los devolvería hasta que le dijeran dónde vivían las ninfas del Estigia.
Entonces Perseo recogío las sandalias, el zurrón y el yelmo que le dieron las ninfas y voló hacia el oeste, al País de los Hiperbóreos, donde encontró dormidas a las Gorgonas entre formas de hombres y fieras salvajes erosionadas por la lluvia que habían sido petrificadas por Medusa. Fijó sus ojos en el reflejo del escudo mientras Atenea guiaba su mano y cortó la cabeza de Medusa con un solo golpe de hoz. Para su sorpresa, al instante surgieron del cadáver, totalmente desarrollados, el caballo alado Pegaso y el guerrero Crisaor, que sujetaba una cimatarra de oro. Perseo no sabía que ambos habían sido engendrados en Medusa por Posidón en uno de los templos de Atenea, pero decidió no contrariarlos más. Metió a toda prisa la cabeza de Medusa en el zurrón y salió volando ; y, aunque Esteno y Euríale fueron despertadas por sus nuevos sobrinos y se levantaron de inmediato para perseguir a Perseo, el yelmo le hizo invisible y escapó sano y salvo rumbo al sur.
Al atardecer, Perseo descendió cerca del palacio del titán Atlante, al que castigó por su falta de hospitalidad mostrándole la cabeza de Medusa, transformándolo así en una montaña ; al día siguiente volvió hacia el este y sobrevoló el desierto de Libia, siendo ayudado por Hermes a transportar la pesada cabeza. Por el camino dejó caer el ojo y el diente de las Grayas en el lago Tritón, y también cayeron algunas gotas de sangre de la Gorgona en el desierto, donde engendraron una multitud de serpientes venenosas, una de las cuales mató después al argonauta Mopso.
Perseo se detuvo a descansar y refrescarse un poco en Quemis, Egipto, donde aún se le rinde culto, y después continuó su vuelo. Cuando rodeaba la costa de Filistia en dirección al norte, divisó a una mujer desnuda encadenada a un risco y al instante se enamoró de ella. Era Andrómeda, hija de Casiopea y Cefeo, el rey etíope de Yope. Casiopea se vanagloriaba de que ella y su hija eran más hermosas que las Nereidas, quienes se quejaron de ese insulto a su protector Posidón. Posidón envió un diluvio y un monstruo marino femenino para que asolara Filistia, y cuando Cefeo consultó el Oráculo de Amón, se le dijo que su única esperanza de salvación era sacrificar a Andrómeda al monstruo. Por esta razón sus súbditos se vieron obligados a encadenarla a una roca, totalmente desnuda, aunque conservaba algunas joyas, y abandonarla a merced del monstruo.
Cuando Perseo volaba hacía Andrómeda vio a Cefeo y Casiopea observando ansiosos desde la orilla y descendió junto a ellos para hacerles unas preguntas rápidas. Con la promesa de que si la rescataba podría casarse con ella y llevarla de regreso a Grecia, Perseo levantó el vuelo, tomó la hoz y, precipitándose desde arriba de forma violenta, decapitó al monstruo que se acercaba, el cual se dejó engañar por la sombra de Perseo sobre el mar. Por si acaso el monstruo levantaba la vista, había sacado del zurrón la cabeza de la Gorgona, que la puso entonces boca abajo sobre un lecho de algas y plantas marinas que al instante quedaron convertidas en coral. Después se lavó las manos de sangre, erigió tres altares y sacrificó una ternera, una vaca y un toro a Hermes, Atenea y Zeus respectivamente.
Cefeo y Casiopea le aceptaron de mala gana como yerno y, por insistencia de Andrómeda, la boda se celebró enseguida, aunque los festejos fueron interrumpidos bruscamente cuando Agenor, hermano mellizo del rey Belo, entró a la cabeza de un grupo armado reclamándo la mano de Andrómeda. Sin duda había sido llamado por Casiopea, ya que ella y Cefeo habían roto la promesa dada a Perseo, alegando que la fuerza de las circunstancias les había obligado a prometerle a Andrómeda, y que Agenor era su prometido desde antes.
- ¡Perseo debe morir! -gritó furiosa Casiopea.
En la lucha que siguió, Perseo derribó a muchos de sus oponentes, pero, al superarle cuantiosamente en número, se vio obligado a sacar la cabeza de Medusa del lecho de coral y convertir a los doscientos rivales restantes en piedra.
Posidón puso las imágenes de Cefeo y Casiopea entre las estrellas, y a esta última, como castigo por su traición, la puso atada a una cesta de mercado que en algunas estaciones del año se pone boca abajo dándole un aspecto ridículo. Pero Atenea pusó después la imágen de Andrómeda en una constelación más honorable porque había insistido en casarse con Perseo a pesar de la mala fe de sus padres. Las marcas dejadas por sus cadenas aún se destacan en un acantilado cerca de Yope, y los huesos petrificados del monstruo se exhibían en la ciudad hasta que el edil Marco Emilio Escauro ordenó llevarlos a Roma.
Perseo regresó inmediatamente a Sérifos llevando consigo a Andrómeda. Allí descubrió que Dánae y Dictis, amenazados por la violencia de Polidectes, quien desde luego nunca había tenido intención de casarse con Hipodamía, se habían refugiado en un templo. Así pues, se dirigió directamente al palacio en el que Polidectes estaba celebrando un banquete con sus compañeros y anunció que le había traido el prometido regalo de bodas. Recibido con sinfín de insultos, sacó la cabeza de la Gorgona apartando la mirada de ella y los convirtió en piedra, un círculo de cantos rodados que todavía se exhibe en Sérifos. Luego entregó la cabeza a Atenea, quien la insertó en su égida: y Hermes devolvío las sandalias, el zurrón y el escudo a las ninfas de Estigia, para que siguieran estando bajo su custodia.
Después de poner a Dictis en el trono de Sérifos, Perseo zarpó rumbo a Argos acompañado de su madre, su esposa y una partida de Cíclopes. Al enterarse de su llegada Acrisio huyó a la pelasga Larisa, pero casualmente Perseo había sido invitado allí a asistir a los Juegos Fúnebres que estaba celebrando el rey Teutámides en honor a su padre muerto, y participó en la quíntuple competición. Cuando llegó el lanzamiento de disco, el suyo se desvió de su trayectoria por la acción del viento y la voluntad de los dioses y fue a estrellarse en el pie de Acrisio, matándolo en el acto.
Profundamente afligido, Perseo enterró a su abuelo en el templo de Atenea que corona la acrópolis local y luego, avergonzado de ser el rey de Argos, fue a Tirinto, donde Preto había sido sucedido por su hijo Megapentes, y convino en cambiar su reino con él. Así, Megapentes se transladó a Argos mientras Perseo pasó a reinar en Tirinto, aunque al poco tiempo recuperó las otras dos partes del reino original de Preto.
Perseo fortificó Midea y fundó Micenas, llamada así porque, estando sediento en una ocasión, surgió un hongo (mycos) y le proporcionó un manantial de agua. Los cíclopes contruyeron las murallas de ambas ciudades.
 

Fin del hilo
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