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El Mundo/Madrid, 4-3-2004
El Gobierno de Aguirre ultima el regreso de uno de los medios de transporte urbano más populares, que ha vuelto a conquistar varias ciudades de Europa. Antes de 2007, dará servicio a Sanchinarro, Las Tablas y Montecarmelo y comunicará a más de 60.000 vecinos. El ahorro en la inversión sobre el coste que tendría la construcción del suburbano permitirá multiplicar por dos el número de estaciones previstas
Madrid se apunta al revival del tranvía que hace furor por toda Europa. Viena, Milán, Roma, Barcelona, Valencia todas cuentan con ese medio de transporte de aires románticos y antiguos, como en blanco y negro. El prometido Metro para los programas de actuación urbanística (PAU) del norte se ha convertido repentinamente en un tranvía: más barato, más rápido de ejecutar.
La nueva idea del Gobierno Aguirre va a cambiar por completo la fisonomía de Sanchinarro, Las Tablas y Montecarmelo, que se unirán con el resto de la capital a través de una nueva línea de tren en superficie -como prefieren llamarlo en la Consejería de Transportes- en lugar del prometido Metro. La excusa que aduce el Gobierno de la Comunidad para este cambio radical es el dinero.¿Es que se han acabado las obras faraónicas de la época de Ruiz-Gallardón? No, es que así se puede construir «el doble de estaciones», dicen las fuentes consultadas por M2. Y todo ello deberá estar listo en 2007. La población beneficiada estará en torno a los 60.000 habitantes.
Sin embargo, la premura por cumplir con los compromisos electorales, en una legislatura acortada por la repetición de las elecciones a la Asamblea de Madrid el pasado año, aparece como otra de las razones de peso que ha inclinado la balanza hacia una infraestructura mucho más barata y rápida de ejecutar.
Según las citadas fuentes, ya se han encargado los primeros estudios para modificar el plan inicial -vendido a bombo y platillo por Esperanza Aguirre durante las dos campañas electorales de 2003- y convertir a Madrid en la tercera capital española que recupera un romántico medio de transporte que ya parecía definitivamente en desuso.
La idea de recuperar el tranvía en Madrid está muy avanzada.De hecho, este periódico ha podido saber que ya se han producido los primeros contactos informales entre el consejero de Transportes e Infraestructuras, Francisco Granados, y las fuerzas políticas, y que, al menos Izquierda Unida, no va a plantear problemas.Sólo una oposición radical del Grupo Socialista en la Asamblea podría evitar el revival.
Los planes esbozados por la Consejería de Transportes contemplan un ahorro en la inversión que permitirá «multiplicar por dos» las estaciones para «dar mejor servicio a los ciudadanos». Así, en los planos que circularon meses atrás -publicados por EL MUNDO-, el PAU de Sanchinarro aparecía servido por sólo dos paradas de Metro. Sin embargo, la Consejería considera ahora posible construir cuatro estaciones en un barrio que empieza a tener vida. Sus calles ya están abiertas al tráfico desde hace meses, los semáforos se encendieron la semana pasada y, a falta de tiendas de la esquina, El Corte Inglés da servicio desde el pasado noviembre a sus primeros moradores.
El tranvía nacerá en la nueva estación de Metro de Pinar de Chamartín.Hasta este barrio -que venía reclamando el servicio de suburbano desde hace décadas- llegarán las prolongaciones de las líneas 1 y 4 de Metro. Este intercambiador subterráneo será el inicio de un tren en superficie que vertebrará el nuevo ensanche de Madrid pasando por la sede del Boletín Oficial del Estado (en la colonia Virgen del Cortijo), Sanchinarro, Las Tablas y Montecarmelo.
Por su camino, encontrará varios obstáculos, como la M-111 (carretera de acceso al aeropuerto), las vías del tren que salen de Chamartín, la A-1 (carretera de Burgos) y la M-607 (carretera de Colmenar).Para salvar las dificultades, aún no hay decisiones tomadas: se estudia la construcción de pasos elevados o de túneles en cada caso.
Paso a nivel sin barreras
Pero lo más importante de la recuperación del tranvía es el impacto que su circulación por las vías urbanas tendrá en los peatones y conductores de Madrid. Todos tendremos que acostumbrarnos a mirar a derecha, a izquierda y un poco más, pues las nuevas calles de los PAU serán, desde entonces, un continuo paso a nivel sin barreras.
Antiguamente, el tranvía circulaba por sus vías cruzando de manera más o menos caprichosa el camino de los coches y viandantes.Sus curvas y cambios de dirección resultaban peligrosos para ambos. Por esta razón fueron retirados poco a poco de las ciudades europeas. Se había convertido en un medio de transporte molesto, lento y peligroso que se podía sustituir por el autobús y el Metro, que aportaban más soluciones y más prácticas. Pero los responsables del transporte en Madrid han pensado que pueden sortear esos inconvenientes.
Sin intersecciones
Para empezar, a semejanza de las experiencias de Barcelona y Valencia, el consejero Francisco Granados ha decidido que las vías férreas del nuevo tren transcurrirán paralelas a la circulación de los coches. En ningún caso se cruzarán con los carriles de la circulación rodada. Y cuando tengan que realizar giros y cambios de dirección, lo harán con la misma lógica que gobierna el código de la circulación.
Es más, las empresas adjudicatarias se han reservado el derecho a proponer -e, incluso, imponer- a la Consejería el soterramiento de los tramos que pudieran resultar especialmente peligrosos.
Aun así, los madrileños tendremos que acostumbrarnos a nuevas normas: el transporte por vía férrea tiene siempre preferencia, ya sea frente a un automóvil, ya sea ante un peatón. Y ahí viene la primera dificultad. En los primeros meses (o incluso años) será más que habitual encontrarse de bruces con un convoy, cuyo peso es de varias toneladas, por un simple despiste.
Así ha pasado en todas las urbes que han recuperado el tranvía.Sin ir más lejos, en Barcelona, donde aún está en prácticas, los trenes en superficie del llamado trambaix ya han arrollado a más de un coche en una decena de accidentes. Sin ir más lejos, el pasado martes se registraron tres accidentes, todos ellos porque los coches no respetaron las nuevas señales incorporadas desde la aparición del tranvía. No se registraron heridos, pero hace dos semanas sí. Otro trambaix arrolló a un coche de autoescuela, cuyos cinco ocupantes sufrieron daños, tres de ellos de gravedad.
Los conductores parecen empeñarse en invadir las vías del tranvía.No se acostumbran a su presencia. De hecho, casi todos los accidentes provocados desde su aparición han sido por invasiones de las vías o por falta de respeto a las nuevas señales. Para intentar evitarlo, la Consejería de Transportes ha ideado lo que se puede llamar el carril tranvía. Junto a la acera de los peatones estarán las vías férreas y éstas se separarán de los carriles para automóviles por una plataforma de hormigón.
Es aquí donde surge la segunda gran dificultad, pues se corre el riesgo de caer en el mismo error que supuso el bordillo del carril bus en los años 80. La doble plataforma que tenían que sortear los peatones para cruzar las calles causó aglomeraciones y más de un atropello.
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La nueva señalización
Junto con todas estas novedades, los peatones y conductores de los PAU de Sanchinarro, Las Tablas o Montecarmelo tendrán que convertirse en expertos en nuevas señales. La Consejería de Transportes tendrá que espiar a Barcelona y a Valencia para copiar algún sistema que articule la aparición del nuevo inquilino de las calles. Hasta hoy, las señales para coches y peatones son comunes.Sin embargo, eso no será así cuando llegue el tranvía.
Un tren frena peor que un coche o un autobús, ya que sus ruedas patinan sobre las vías. Por eso, los semáforos suelen estar colocados con decenas de metros de antelación para permitir al conductor de la máquina ejecutar la maniobra sin peligro. Algo habrá que inventar.
A todos estos problemas hay que añadir los ruidos de un tren entre viviendas, las zanjas y desvíos en las recién estrenadas calles de los PAU para la construcción de las vías y estaciones, la posible decepción entre los vecinos que ven cómo el prometido Metro se convierte en un tranvía, etcétera.
Si para el ciudadano de a pie el tranvía va a ser una novedad, los nostálgicos tampoco sentirán que recuperan el transporte de antaño. Quien espere encontrarse con vagonetas de las que bajarse y subirse en marcha como hace décadas, que se olvide.Ni siquiera el tranvía tendrá paradas como las de los autobuses actuales. Su camino será de estación en estación, para asemejarse lo más posible a su hermano mayor, el Metro, de cuya red formará parte como una línea más. Mismo billete, misma tarifa, todo igual.
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