El día de San Martín
¿Cómo podemos fomentar la solidaridad en la urbanización de Nuevo Cobeña?
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Desde los primeros meses del 2003, cuando Nuevo Cobeña era un erial, un hoyo sorteado de bancales y postes de la luz, un terreno solo transitado por camiones y excavadoras, hasta hoy, una incipiente urbanización, con sus calles, sus farolas, sus zonas recreativas y sobre todo con sus gentes y sus ilusiones, ha llovido mucho (o eso quisiéramos los preocupados por el cambio climático).
Y digo lo de urbanización incipiente, no porque aún esté sin terminar, ni porque todavía estén sin entregar “cienes” de casas sino porque, para adquirir individualidad no solo hace falta gente viviendo, hace falta gente conviviendo.
Aún no sabemos o yo no sé todavía, en qué tipo de urbanización acabará convirtiéndose Nuevo Cobeña. No sé si será del tipo “quién va primero en el torneo de Padel ”, “¿la abuela?... está en la puerta al fresco charlando con la vecina mientras pela unas judías verdes”, “¿quién tiene la escalera comunitaria? ” o si será del tipo “hola y adiós”. Lo que sí sé es que eso dependerá de la categoría humana de sus vecinos y de su nivel de consciencia.
Hay una tercera posibilidad que omito deliberadamente, la del tipo Moraleja, en la que la gente debido a las barreras tan grandes que suponen, no solo los grandes setos y pequeñas aceras sino la disparidad de tipos de vivienda, cada una según un diseño propio y con grandes terrenos, no tiene un trato personal. Y la omito por la sencilla razón de que, aún siendo urbanizaciones no son comunidades. Nada que carezca de un centro, de un corazón, puede ser adjetivado.
Si bien es verdad que a estas características puede verse impulsada cualquier comunidad debido a sus parámetros existenciales, quiero decir, al pueblo en que estén ubicadas, el tipo de construcción, la actividad constructiva o erosionadora de su ayuntamiento, el tipo de problemas que tenga, etc., no es menos verdad que la voluntad de sus vecinos puede corregir tendencias no deseables.
Es pronto para juzgar cuantos de nosotros va a optar por una u otra manera de vivir. Aún no hay un verdadero “asentamiento”.
Sin embargo hay una lacra, la más extendida en toda sociedad, que deberíamos evitar o minimizar: la falta de unión.
Se dice en mecánica que una pieza se hace solidaria a otra cuando temporal o permanentemente queda unida a su movimiento porque esté atornillada o unida con cualquier sistema de fijación que haga que una acción sobre una de ellas lleve consigo el hacer efecto sobre la otra y viceversa. Este es el verdadero significado esencial de la solidaridad.
Entre los seres humanos debería darse por generosidad pero comúnmente se da por miedo o simplemente no se da. Somos solidarios con la desgracia o problemas de otros por el miedo a vernos en la misma situación si no paramos la causa, somos solidarios por negocio cuando existe el cálculo de “que se acuerden de lo que hicimos por ellos si nos pasa a nosotros” y, en numerosas ocasiones, no somos en absoluto solidarios mirando hacia otro sitio por debilidad o egoísmo al mismo tiempo que construimos elaboradas razones/disculpa por las que no debemos inmiscuirnos en las desgracias ajenas.
Cabría distinguir entre falta de inteligencia y falta de solidaridad.
De adolescente quedé muy impresionado por la manera de sacar a dos pequeños gorrinos de una furgoneta para su matanza. El matarife simplemente metió un gancho en su boca y dejó que el animal se encargara de la fijación en su lucha por retroceder: falta de inteligencia.
En un corral de ovejas, el pastor elige desde fuera el animal a sacrificar, abre la puerta, entra, se acerca al animal, lo coge y sale con él mientras las demás corretean y no tardan en quedarse tranquilas al ver que con ellas no va la cosa: falta de solidaridad.
No se puede hacer nada para evitar la primera, ni siquiera con información pues, “quod natura non da Salamanca non presta” pero, si se diera la segunda y, en el reino animal hay muchas veces que se da, ¿alguien duda de lo que haría el pastor si todas la ovejas se abalanzaran sobre él e incluso intentaran morderle?. Sí, ya sé que produce risa por su inverosimilitud pero todos sabemos que ese día el pastor tendría un problema para matar con la facilidad de siempre.
En mi opinión, en Nuevo Cobeña, no yendo bien las cosas, no van mal. Lo que ha ido bien ha sido mérito de NorteMadrid, lo que no, también.
Hay que aceptar que lo que haya salido mal y no tenga arreglo es nuestro sino pero es inaceptable no hacer nada para arreglar lo reparable o peor aún, no hacer nada para que no se repita el error o atropello de que se trate.
Hasta ahora no he visto, ni mala intencionalidad por parte de NorteMadrid (simplemente frío negocio y actitud parecida a la del pastor) ni tampoco reacción solidaria alguna por nada de lo que hayamos visto como no deseable. De acuerdo todo está empezando, cuando todos vivamos allí nos organizaremos pero también es verdad que a las plantas (y a todo lo que crece) hay que enderezarlas de jóvenes, luego cuesta más.
Hay cuestiones graves en el aire. Los desperfectos con que son entregadas las casas, su suciedad, la falta de seguridad en los obreros, la constitución de la Entidad de Conservación, las formas y maneras con que somos tratados tanto por parte de NorteMadrid como por el Ayuntamiento, la falta de transparencia, el no poder pedir información fidedigna sobre nuestras casas, son cosas de importancia cuyas soluciones deberíamos acometer. En otro caso hay que recordar que podemos ser conducidos como ganado y que “a cada cerdo le llega su San Martín ”.