La promesa
- La batalla del PP por apagar el incendio judicial de su corrupción se ha dado juzgado a juzgado, resolución a resolución, recusación a recusación, soldado a soldado
Elisa Beni
6 de febrero de 2021 21:27h
“En las aguas de la certeza, nos hicimos la promesa”
'Bendecida 1', Héroes del Silencio
No se pierdan en el ruido cuando habla Bárcenas. Las pruebas, que traiga las pruebas. En caso contrario su ruido no es más que el eco de lo que todos sospechamos y él mismo ha declarado en otras ocasiones ante el juez, poco más que un golpe de audacia o de marketing. Las pruebas para poder escribir en una sentencia lo que cualquier persona racional ya tiene en su magín.
Mas hay otra cosa que conmueve a la par que estremece. "El PP me prometió que mi mujer no iría a prisión", dice el ex tesorero del partido que gobernaba este país. No puedo imaginarme que tales palabras, que reitera ahora, respondan a una ingenuidad atolondrada y peligrosa de un señor que se sentaba en el lugar con más poder después de Moncloa. Créanme, cuando uno pega las posaderas en una planta noble de Génova hace ya que dejó atrás los días de la inocencia. No, en serio, Bárcenas, que amagó con la manta, la volvió a plegar porque pensaba que su amada Rosalía iba a ser preservada. Ahora que la sabe en prisión, sin más horizonte que el penitenciario, dice que va a dar el gran tirón.
Me parece clave. Quizá lo más relevante de todo el ruido que ha hecho Bárcenas estos días. ¿Por qué se creyó Bárcenas que el Partido Popular iba a poder controlar la situación judicial de su amada Rosalía? Pues porque tenía motivos para ello. De la asquerosa corrupción de los populares, tal vez sea lo menos apestoso el robo y apropiación del dinero público y lo mas repugnante la prostitución que realizaron de los aparatos del Estado en su favor. De las policías y del sistema judicial, y es tan aberrante que precisa de una reflexión muy profunda.
Nos dice Bárcenas ahora que las famosas donaciones al PP de las constructoras no eran tales sino que eran "finalistas". Resumiendo, que soltaban el cohecho al partido para recibir la obra pública y que luego ya lo repercutían en el coste final y así todos acabábamos pagando los mítines, los trajes, las obras y los sobresueldos del Partido Popular, me cagüen nuestro bolsillo torero. Eso ya se intentó investigar a principios de 2013 y consiguieron frenarlo usando a los soldados de la toga, algunos de los cuales han sido después premiados o lo han intentado o siguen haciendo méritos, que, a fin de cuentas, el PP todavía posee su propia cámara en Marqués de la Ensenada. Es justo recordarlo porque no todos se han comportado igual. La promesa estaba hecha en base al control que el PP creía tener de los mimbres de la Justicia pero aún quedaban cabos sueltos, jueces y fiscales libres.
¡Resulta ahora que ante el asombroso documento de Bárcenas el fiscal anticorrupción Antonio Romeral ha pedido urgentemente al actual titular del juzgado central 5 que lo llame a declarar! ¿Les ha explicado alguien a la vez cómo Romeral se lo montó reiteradamente para entorpecer esa investigación? ¿Cómo hizo interrogatorios a Pío García-Escudero y a Álvaro Lapuerta en los que le faltó quitarles el polvo del abrigo y que se negó a que compareciera Rajoy? Ese Romeral que llegó de la mano de Torres-Dulce y que pretendía que con Maza lo nombraran fiscal jefe Anticorrupción. Ese Romeral que puso toda la carne en el asador para finiquitar la investigación de las donaciones de los constructores y que ahora pide diligentemente que se interrogue a Bárcenas sobre ellas. Al menos merece una mención.
Fue Romeral el que encabezó desde la Fiscalía la tropelía de sacar la querella de IU por los papeles de Bárcenas del juzgado 3 de Gómez Bermúdez, que peligrosamente había imputado a los grandes constructores, para llevársela a Ruz. Fue el PP el que se ocupó de venderlo como una lucha de jueces. Nada más lejos. Era una maniobra clara para parar esa línea de investigación. Romeral se salió con la suya, apoyado por los jueces Alfonso Guevara y Ángeles Barreiro –quien se tapaba toda la vista con un folio la cara para que no se tomara su imagen–. Solo la juez Clara Bayarri puso en un voto particular su oposición a ese atropello que buscaba apaciguar y aparcar el procedimiento. Así sucedió.
Tan fácil era ver que esa investigación sobre las constructoras no tenía que ver con Gürtel y no era cosa de Ruz que al final se han instruido aparte. Los supuestos cohechos siguen encallados porque el fiscal Romeral le pidió reiteradamente el sobreseimiento a Ruz hasta que este se lo concedió y solo sus sucesores han reabierto y recuperado la causa. De la Mata y ahora Pedraz. Pero, vamos, que Romeral pide ahora urgentemente que declare sobre ello Bárcenas. Que parece que ahora le corre prisa.
Bárcenas calló porque el PP le dijo que cesaría a Gallardón y cambiaría al fiscal jefe y le respetarían a Rosalía.
La batalla del PP por apagar el incendio judicial de su corrupción se ha dado juzgado a juzgado, resolución a resolución, recusación a recusación, soldado a soldado. Recuerden si no las argucias con las competencias y las presidencias de los tribunales para conseguir colocar a sus jueces afines. Así hasta que todo fue tan fuerte que Espejel y Enrique López quedaron fuera. López, tan imparcial que sin transición alguna ha pasado a ser el escudero fiel de Ayuso y la mano derecha de Casado en Justicia. Él, que se proclamaba no contaminado para juzgarles. Las puñaladas infinitas a José Ricardo de Prada, que se convirtió en su principal ogro, al que no quieren ver ni en pintura, al que negarán cualquier posibilidad de llegar al CGPJ o a otro cargo porque dicen que escribió aquellas frases que propiciaron la moción de censura que tumbó su gobierno, pero fue un tribunal. Juan Pablo González, el fiel que también intentaron colar para juzgarles y que una vez recusado ha recibido el premio de consolación de presidir la Audiencia Provincial de Madrid. Y la confianza que tenían en Ángel Hurtado que no fue defraudada y que se premió con otra mediocridad obediente elevada al Supremo.
Calló porque le prometieron.
Ante el empuje de sus peones aún se toparon con De Prada o con Julio de Diego, del que no se podían creer que se hubiera comportado como un juez y no como un siervo.
La promesa.
Lo más grave de las declaraciones de Bárcenas, para mí, es el reconocimiento expreso de la confianza que el tesorero del PP tenía en el control que ejercían sobre fiscales, jueces y magistrados. ¡Y que ahora venga Casado a contar no se qué de la Fiscalía!
La promesa hubiera sido absurda si no hubieran existido los Romeral, Espejel, López, González, Guevara, Barreiros, Hurtado y otros que me olvido. La promesa se estrelló porque aún quedaban los Bayarri, De Prada, De Diego, Gómez Bermúdez, De la Mata, Pedraz y tantos otros.
¿Significa esto que todo está perdido? Significa solo que la podredumbre no es solo de los políticos y que precisa de la connivencia de las togas. Significa que en la judicatura hay tantos elementos sospechosos como en los partidos. Que hay grandes ambiciosos dispuestos a todo y que Bárcenas lo sabía, como lo saben tantos.
Por eso el fango es más profundo de lo que parece, porque se han hecho muchas más promesas.