Despropósitos electorales
- ¿Qué perseguía Casado con una jugada tan desafortunada? ¿Congraciarse con esa mayoría abrumadora de catalanes que aun no siendo independentistas consideran que las cargas del 1-0 fueron intolerables?
Carlos Elordi
11 de febrero de 2021 21:33h
En todas las campañas electorales se dicen cosas que luego se olvidan o, mejor, que quienes las han dicho no las repiten y los demás tampoco se las recuerdan. Hay quien justifica esos comportamientos reconociendo, con una sonrisa tramposa, que "esas son cosas de las campañas". Como si engañar al personal, a la gente que se lo cree, estuviera tolerado y todos estuvieran en el ajo. Y así año tras año. Sólo que esta vez, en la campaña catalana, más de uno, en concreto tres, puede que se haya pasado y que en el futuro tenga que arrepentirse de sus excesos verbales. Uno de ellos es Pablo Casado. Los segundos, los dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya. Y el tercero, Pablo Iglesias.
Lo del líder del PP tiene poca vuelta de hoja. Porque ha asegurado que él no estaba de acuerdo con la política de Mariano Rajoy en torno a la intentona independentista del 1 de octubre de 2017, con la celebración del referéndum y con la posterior represión de quienes habían acudido a votar. Y que no participó en la rueda de prensa que tuvo lugar al término de aquella jornada para no mostrar su disidencia. Es incomprensible que salga con esto ahora. No solo porque durante casi cuatro años no ha mostrado el mínimo indicio de que pensara de distinta manera a su jefe de entonces, Rajoy, sino que en innumerables intervenciones públicas y con un ardor digno de mejor causa ha golpeado al independentismo y ha apoyado la brutal acción que contra sus dirigentes han llevado a cabo los tribunales.
No sólo. Sino que varios dirigentes del PP, de los que en aquella época mandaban en el partido y en el Gobierno, han revelado a la prensa, ocultando su nombre, que Casado no dice la verdad. Que en las tensas reuniones de las semanas que precedieron al 1-O, nunca el entonces vicesecretario general del partido expresó la mínima crítica a las posiciones de Rajoy y, lo que puede ser grave, que Casado no tenía que participar en rueda de prensa alguna en aquella jornada, que se lo inventa para parecer importante.
Sólo un hombre desesperado y con no muchas luces políticas puede cometer errores tan de bulto. Porque a las acusaciones de ineptitud que le hacen los que él apartó del poder de un plumazo, puede ahora añadirse la de traidor. En definitiva, que su panorama interno, que debe de estar ya bastante negro, se ha oscurecido aún más por culpa de una ocurrencia. ¿Qué perseguía con una jugada tan desafortunada? ¿Congraciarse con esa mayoría abrumadora de catalanes que aun no siendo independentistas consideran que las cargas del 1-O fueron intolerables? Muy probablemente ese sería un empeño vano a estas alturas y comporta el riesgo adicional de que esas palabras hayan empeorado la opinión que de Casado tienen muchos votantes del PP en el resto de España, esos que no han bajado un punto en su ardor anti -independentista y que parece que son mayoría. Por otra parte, no se ve cómo sus afirmaciones pueden mejorar las posiciones electorales del PP respecto de Vox, que debería ser su prioridad en estos momentos. Puede que provoque todo lo contrario.
En última instancia, y a no ser que en breve aparezca una explicación sorprendente, parece que el joven dirigente del PP está cada día más perdido. Y que todo indica que su marcha hacia el despeñadero no tiene vuelta atrás. Que sólo la complicada y aún indefinida relación de fuerzas en el interior del PP y los cálculos de quienes estarían llamados a sustituirle pueden acelerar o retrasar su cese definitivo en el puesto.
El exceso electoralista de ERC puede que no vaya a tener consecuencias tan drásticas. El que ese partido haya firmado con las demás fuerzas independentistas el compromiso de que en ningún caso llegarán a un acuerdo con el PSC, con Illa, para formar un gobierno tras las elecciones de este domingo, tiene otros riesgos. El primero es el de que ERC, cogida por sorpresa por la iniciativa, haya perdido una buena parte de su perfil diferenciado respecto al resto del independentismo accediendo a firmar ese texto. Los partidos más rupturistas le habrían así doblado la mano, aunque sólo sea puntualmente.
Comprometerse a no gobernar con el PSC no ha debido ser muy costoso para ERC. Entre otras cosas porque Illa no quiere que eso ocurra, a menos que las cosas se pongan tan mal que no tenga otro remedio. El dirigente socialista debe preferir un apoyo parlamentario externo, en el caso de que tenga escaños suficientes para batir la suma de los de los independentistas menos ERC. Y el documento del miércoles no ciega para nada esa posibilidad. Y la opuesta, que es la que el texto indirectamente preconiza, la de un gobierno de coalición del independentismo sería un fracaso muy grande para los republicanos que llevan casi dos años tratando de romper un acuerdo como ese, hasta el punto de provocar las elecciones para salirse de él. Eso si el papelito del miércoles no lleva a la repetición de los comicios.
Por último, Pablo Iglesias. Tenía que haber sido más cuidadoso para evitar que su justa denuncia de la situación de los presos y exiliados del procés no coincidiera en el tiempo, en el día casi, con la réplica que con ese mismo argumento le dio el ministro de Exteriores ruso a las acusaciones de Josep Borrell por el caso Navalny.
Ese fue un error fruto del acaloramiento que parece haber producido la campaña electoral catalana. Pero Iglesias y Podemos no sólo no han querido pasar por alto el asunto, sino que han convertido la denuncia de las "anormalidades" de la democracia española, que son unas cuantas y alguna muy grave, en el eje de su acción política de estos últimos días.
¿Sólo para tapar el entuerto? ¿Sólo para mejorar su imagen de radicalismo democrático cara a este domingo tras más de un año en el que Podemos ha quedado desdibujado por la acción de Pedro Sánchez y de los ministros socialistas? ¿Hay algo más? ¿Quiere Iglesias romper la coalición?
Habrá que esperar para verlo. Primero, a que conozcan los resultados de este domingo, que provocarán efectos distintos en la actitud de Podemos, según sean malos o no tanto. En todo caso, el enfrentamiento con el PSOE de estas últimas semanas ha sido algo más que folclore electoralista. Se ha roto algo que será difícil de recomponer. Y los tiempos que vienen no van a ser los mejores para ello. Porque vienen iniciativas gubernamentales para hacer frente a la crisis económica que serán duras para el ideario de Podemos, y que Sánchez está retrasando justamente para evitar un conflicto abierto con Iglesias mientras Illa tenga una oportunidad.