A mí, personalmente, no es que me agobie demasiado lo de la seguridad ; a tal punto que estime que cualquier viandante sospechoso pueda ser un terrorista, como nos quiere inculcar el patético trio de las azores, pero también hay que reconocer que el civismo brilla por su ausencia por estos lares.
Dicho esto, eso se ha de asumir de la mejor manera posible y recordar en todo momento que el prototipo de vecino de este barrio, en toda su extensión, sigue existiendo, y no ha cambiado en nada desde hace muchos años para acá, pese a que su vivienda pueda ser de mejor condiciones que antaño. La millonada a la que tiene que hacer frente en una hipoteca, por suerte o por desgracia, no garantiza un mejor talante personal y se puede dar el caso que dentro de pisos de lujo, o medio lujo, vivan seres indeseables que pueden vivir perfectamente en cuadras.
El civismo, no cabe duda, no es el talante principal del españolito de a pie, dado que cuarenta años de dictadura pesan todavía mucho en la memoria colectiva y, a pesar de que ya no se echan tantos gargajos en los andenes del metro -verbigracia- aún nos queda un largo camino por recorrer. La prueba es que el ser-masa, se sigue apasionando con el fútbol, sigue leyendo revistas que no valen un carajo y metiéndose en el bolsillo, doblado y manoseado, el diario Marca y As, con lo cual, como digo, la esencia colectiva se rige por los mismos patrones que hace años.
Bien es verdad que estos tiempos no son los de la delincuencia de Javi el Rubio, la banda de los minubrujos, etc, que se vivía en otros años al compás de la música de los chichos cuando nos ponían "perros callejeros" en el cine Astoria. Pero tampoco es mucho civismo estar pendiente, desde la ventana, a ver que patraña nueva puedo contar en este ágora metafísica a la que, por desgracia, no asiste Kant ni Platón.
En fin, camaradas, que ciertos obreros, han nacido para ello y no tienen remedio...