Ayer, a doblar con el coche e ir hasta la calle Minerva, con poco me estrello con un monumental cartón que habían dejado en el medio. No sé como la gente puede ser tan cerda, aunque meditando un poco si le encuentro la explicación. A cada cual se le ve: desde la manera de caminar, hablar, saludar a los otros, etc... son pistas que, sin hablar con ellos, nos dan señas de la calaña que puede haber escondida.
El domingo en la piscina había una señora regañando a sus nietos que me tenía la oreja literalmente podrida. A este paso, un día nos traemos la barbacoa, nos cantamos unas sevillanas y otro se trae una paellera industrial para aminorar las tardes del domingo ; ah, y si puede ser, con una radio a todo gas que nos vaya diciendo los resultados de los partidos. Eso que no falte en esta España cañí tan moderna y cívica.