Tienes razón, phantomas@:
Es una pena que un aeropuerto con tanta solera desaparezca. Pero, ¿no era menos importante el cuartel de Monteleón? (Sólo queda la puerta). O el fuerte y mezquita que había en el palacio real. O tantas y tantas cosas que se tienen que “jubilar”.
En este caso se añade la vastísima extensión del terreno que ocupa, para justificar su traslado.
¿Vamos a conservar todos los monumentos que tenemos?.
Conservemos la torre de control, la más antigua de España y enviemos 200.000 vuelos anuales a una zona despoblada., ¿no?
En cuanto a las probabilidades de morir por un avión caído sobre tu cabeza son, por supuesto, mucho menores a ser apuñalado por un ganapán cuando vas a comprar el rancho.
Inferiores a morir atropellado en la Peseta y aledaños, donde no se respetan las normas más elementales de tráfico. O, incluso, a morir en la bañera de casa.
El problema es que no es un hecho excluyente. Por lo tanto esa mínima probabilidad se suma a las que ya tenemos de morir por otros medios menos románticos.
Por otro lado y aunque lo más probable es que los peatones “sobrevivan”, no así las casas. La probabilidad de que te la destrocen es bastante más grande.
Y por último la contaminación: acústica y los escapes, sobre todo, de los reactores. Impropio estar ubicado en una zona poblada.
Hay muchos otros casos más graves de aeropuertos en zonas urbanas. Pero ahora el nuestro es pequeñito y es fácil llevárselo lejos. No vayamos a esperar a que se convierta en un Barajas, Heathrow, Kennedy, Hong Kong, etc.
Saludos
¡Jo!. Si Juan de la Cierva hubiera sido John Deer de Nueva Cork, ¿a dónde hubiera llegado?