Ayer viernes por la tarde fui (junto con una treintena de padres y madres), involuntaria testigo de un suceso que me dejó en estado de shock el resto del día y, aún hoy, no me he recuperado del susto.
La piscina del colegio Antamira tiene una cristalera a la que han adherido unos vinilos que no llegan al suelo y que permiten a los padres ver como nadan sus hijos siempre que se tumben en el suelo. El porqué no permiten el acceso a las gradas superiores de la piscina es un misterio que quizá nos desentrañen algún día los responsables de este desaguisado, sean quienes sean. Pero a día de hoy, los padres se ven forzados a componer una escena tercermundista, veinte o treinta personas acostadas en la acera mirando por una rendija...
El caso es que ayer, como decía, una de las madres que yacían en el suelo contemplando las evoluciones de su hija tuvo el infortunio de ver como ésta caía al fondo de la piscina mientras la monitora miraba hacia otro lado distraída con otro asunto. Histérica, como es normal, aporreó el cristal con todas sus fuerzas tratando de alertar a la monitora que, finalmente, se dió cuenta de lo que estaba sucediendo y socorrió a la pequeña. La angustia fue horrorosa y contagiosa.
El colegio tiene subcontratado el servicio de piscina a ALVISA S. L. ACTIVIDADES DEPORTIVAS Y CULTURALES. Es decir, que se lava las manos en caso de cualquier reclamación. Y los monitores son chavales a los que pagarán 10 o 15 Euros por hora, no más. Las chicas que atienden en la entrada no saben, no contestan.
Ni qué decir tiene que el lunes, unos cuantos padres estamos dando de baja a nuestros pequeños, faltaría más. Pero escrito queda aquí que el Colegio Antamira está comportándose de manera extremadamente negligente y que cuando ocurra una desgracia (que, de seguir esta línea, se producirá más pronto que tarde), será responsable y pagará por dicha negligencia.
Aún tuve tiempo de ver cómo el viento, azotando las puertas, estuvo a punto de llevarse por delante los dedos de varios pequeños que corrían por allí ante la desidia de las chicas de recepción que, con las camisetas amarillas de Alvisa, se encogían de hombros como si la cosa no fuera con ellas.
En fin, Antamira, una menos.
Saludos.