Llevo tiempo aguantándome por aquello de no dar datos sensibles de niños que de forma aunque muy indirecta pudieran acabar indentificándose, pero es que hay cosas que me superan.
Os puedo contar casos totalmente reales que por supuesto quien lea podrá cuestionar porque no deja de ser la historia de otro (el hijo del hermano de mi prima, etc...) pero os aseguro si os sirve que al menos uno de ellos -si no más- lo he vivido yo directamente y si alguno hay que no, me llega de vía a la que doy total credibilidad:
- niño de 1 año que se pilla cuatro dedos con puerta cerrada de golpe. Llevado de urgencias al ambulatorio le toca en suerte nuestro conocido pediatra de guardia que, nunca más cerca de un metro del niño, dice “sí, eso duele mucho pero se pasa en unos días”. Ni recomendación de pomada ni mucho menos radiografía.
- niño de 3 MESES con llanto exagerado, vómitos y apariencia de dolor de estómago fuerte. Él, por supuesto sólo de visual sin nada más: “Nada, son gases”. Los padres no se lo acaban de creer y de alli van a urgencias del Infanta Sofía. Diagnóstico: invaginación intestinal. Requirió una pequeña intervención médica, sencilla, pero la requirió.
- niña de 2 años con diarreas, dolor intestinal, apatía continua, falta de apetito, irritabilidad, pérdida de peso. La madre refiere al doctor los síntomas y ella misma le sugiere hacer pruebas de celiaquía porque hay antecedentes familiares muy cercanos. Él espeta: “No, hay que dejar pasar unos cuantos meses más. Justo ahora en este mes no es el momento”. “¿Por qué?!” se sorprende la madre. Y él tan ancho: “Porque ahora estamos en plazo de matriculación en colegios y casualmente todas las madres veis ahora estos síntomas por si conseguís un punto más de entrada”. Para que luego hable de que respeta a sus niños, no hablamos ya de las madres. Diagnóstico tras consulta inmediata a otro pediatra que, sin dudarlo, hizo analítica con resultado positivo, prueba genética con riesgo muy alto y biopsia posterior con linfocitosis intestinal incuestionable: la niña es celíaca. Hay que decir además que ese año justamente había dejado de otorgarse el punto adicional que se daba antes a niños con problemas alimentarios.
- niño de 6 meses con problemas respiratorios y tos y algo de fiebre, es esta situación ya tres días aún con apiretal y pasando muy malas noches, parece que se ahoga. Invierno duro. Él: “Nada, si tose por la noche, abrís el balcón y le sacáis allí un rato, que el aire fresco viene bien”. Diagnóstico dado por otro pediatra ese mismo día un rato más tarde: bronquiolitis aguda. Le tuvieron un buen rato con aportación de un corticoide inhalado vía mascarilla.
- Niño con fiebre muy alta durante tres días antes de la cita para revisión y vacunas. La pediatra privada ha desaconsejado ponerle las vacunas. Por no desatender la cita los padres van al ambulatorio y comentan la situación, pidiendo posponer la vacunación y atender sólo a la revisión de peso y demás. Él: “pero ¿ahora mismo ahora mismo tiene fiebre?” “No, pero le hemos dado su dosis de Dalsy hace una hora con lo que está bajo sus efectos” “Pues si ahora mismo no hay fiebre se le pueden poner las vacunas” Los padres no sé cómo se dejaron convencer. Esa misma noche se fueron a urgencias asustados porque el niño aparecía con eritema por todo el cuerpo y fiebre. Diagnóstico de otro profesional: eritema vírico que causa con fiebre alta tres días antes de su aparición. Vamos, de libro. Encima los padres se llevaron una bronca colosal del personal médico de urgencias por habérseles ocurrido vacunar al niño en esas circunstancias.
Y ahora que cada uno tenga la opinión que quiera.