Presenciando el futuro
¿Cómo mejorar la calidad de vida en nuestra urbanización?
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-EEEEEOOOOO.
-eeeeeeooooo........eeeooo....eeoo...eo
-Aquí no hay nadie. Voy a aprovechar para hablar solo (que no sólo para hablar):
Es curioso esto de la vivienda lo importante que es. Estresa, emociona, fascina, cabrea, acojona, ensueña, colma ... lo único que no hace es dejar en la indiferencia.
Mejorar... ¡es tan lícito!. Ver correr a tus hijos en un entorno más libre y más seguro, con más aire y con más sol, con más horizonte... ¡es tan natural!.
Querer rememorar días dorados de la infancia que quisiéramos regalar a nuestros “locos bajitos”... ¡es tan obvio!
Todos absolutamente todos, estamos en una situación que presumimos peor, si no, no nos mudaríamos. Otra cosa es que acertemos.
Queremos, proyectamos, planeamos un futuro que ya estamos viendo con el ojo de nuestra imaginación. Luego, la realidad, cruda y a la vez maravillosa como sólo la existencia sabe ser, pondrá las cosas en su sitio. Saldrá lo que tenga que salir, lo que tenga que ser será. Lo que “e”...”e”, ja, ja, ja, ja
Aquel que posea una imaginación que coincida con la realidad (que no una imaginación realista, eso es una porquería de imaginación) será colmado en casi todos sus deseos. Aquel que sueñe en lo que no es armónico con su entorno probará, una vez más, el sabor amargo de la decepción.
Hay cosas posibles:
Una urbanización con una exuberante jardinería, calles limpias y cuidadas, niños corriendo, gente paseando, casas que expresan el carácter de sus dueños, personas que se conocen e inician una amistad, existencia de una web en internet en la que cocinar proyectos para ofrecerlos en degustación a unas reuniones de vecinos en las que impera el sentido común...
Pero también hay cosas probables:
Una urbanización con una jardinería rala y descuidada, con un coste insostenible si el Ayuntamiento no se hace cargo de ella en su totalidad, calles convertidas en un campus apropiado para los jóvenes cuyos padres fueron tan “bien” educados que ellos repitieron versión en sus hijos, adolescentes montados en un ruido, haciendo caballitos con sus motos y esquivando ancianas que levantan amenazadoramente su bastón. Casas que castran a sus dueños obligados por estrictas normas de mancomunidad a mantener una alienante uniformidad. Jardines donde no pueden tenerse unas cacareadoras gallinas felices (por el olor y el ruido) pero donde sí se puede tener tres fieros (y bellos) perros cuya naturaleza es la “salvaguarda” (ojalá) de la casa a ladrido limpio sin importar lo intempestivo de las horas y cuyo jardín es demasiado pequeño para que su dueño no se vea tentado a darle un paseíto por la urbanización mirando por encima de su hombro para decidir si se agacha o no a recoger el pienso para perros que le compra en el "super" convertido ya en un subproducto, eso sí, natural. Y siempre en la puerta de otro vecino que no en la suya propia.
O artísticas pintadas en el mejor soporte jamás ideado para esos fines: el granulado enfoscado de nuestra urbanización.
Y un infinito etcétera que no completaría nadie por prolífica que fuera su imaginación.
La realidad puede estar entre ambas, entre las cosas posibles y las probables. El único motor para pasar de éstas a aquéllas es el trabajo, nuestro trabajo.
Paradoja: también en esto hay dos posibilidades, la posible, que exista un consenso excepcional y una unión de intenciones tal que los proyectos fluyan como el agua de un río y la más probable, que cada mochuelo no salga de su olivo. Y entre ellas, nuevamente nuestro esfuerzo, lo único que nos puede trasladar desde lo solamente posible a lo gozosamente probable.
Eso sí, si no sale lo que queremos, el responsable será como siempre el maestro armero. ¿Nosotros vamos a tener la culpa de no ponernos de acuerdo con el estúpido de nuestro vecino más cercano?, pero ¿tú has visto cómo es?...
Pues mire usted, culpa ninguna pero responsabilidad, toda.
Lo veamos o no y por definición somos responsables de toda nuestra trayectoria.
Menos mal que esta web a muerto y nadie o muy pocos podrán leer los desatinos que inevitablemente comete aquel que rompe su silencio. Por eso, me aprovecho de la escasa audiencia y vierto mis inquietudes como si estuviera en el diván del psicoanalista sin el remordimiento que supondría encajar un ladrillo como este a gente que sólo quiere saber cuando le van a entregar la casa.
Oye, una mala tarde la tiene cualquiera, ja, ja, ja...
Hablar es peligroso.
Yo os animaría a hablar si no fuera porque la razón de que un perro tenga tantos amigos es que mueve la cola y no la lengua.
Y a ser raros, lo bello siempre es raro... lo que no os animo es a ser breves, ja, ja, ja, aunque eso es quizá lo único que provocaría alguna contestación, aunque fuera airada.
Está bien. Ya me callo.
- EEEEEOOOOO.
- eeeeeeooooo........eeeooo....eeoo...eo
- Sigue sin haber nadie por aquí.