El agresor, como ser humano que es, no puede ver más lejos de sus propias narices, no puede ir más allá de sí mismo. Trata de endiosarse dando a su ataque la categoría de defensa de las ‘normas sociales’ o de ‘moral universal’. Pero no puede elevarse más allá de su propia inteligencia, de su entendimiento. Sus valores marcarán el máximo de lo que puede apreciar en los demás. Su evolución personal será el límite que tenga para valorar al otro.
Un individuo sin ninguna cualidad espiritual es incapaz de apreciar belleza o grandeza en nada ni en nadie. Un sujeto que juzga, al hacerlo, interpreta y separa. Se divide a sí mismo y no puede tener paz, pues él también tiene algo de lo que enjuicia. Todos somos ‘buenimalos’. Lo que importa, pues nos hace ser más completos, es ser conscientes de ello. Quien no lo es continúa en la necedad, en la total estulticia. Con un fulano así no hay trato posible.
Si quien trata de ofender lo hace escudado en el anonimato o el seudónimo, habría que añadir nuevas consideraciones. Me refiero al que ataca e insulta de manera burda y soez bajo la impunidad que, supuestamente, le confiere un alias, no a la crítica o al debate sobre textos públicos. Este atacante no será capaz de escapar a su propio dolor, de huir de sí mismo. Al contrario, su tormento aumentará en proporción directa a lo bajo y chabacano del improperio. Además, es fácil adivinar la patología de quien se protege tras tan endeble parapeto cuando se sigue su línea de ‘pensamiento’ a través de sus comentarios. Escondido detrás de un falso nombre se encuentra una persona que teme que le canten sus verdades, que se asusta ante la posibilidad de que otra le responda, que tiene una doble moral, que siente pavor de enfrentarse a su propia incongruencia.
El cobarde que así actúa nos muestra su nivel de educación y formación, de falsedad, de incoherencia y de enfermedad. Paradójicamente, trata de destacar y de ensalzar su persona, erigiéndose en justiciero cuya moral está por encima de la de los demás. Pero el personaje está oculto, con lo cual ¿qué consigue?, ¿un monumento en la intimidad del salón de su casa?, ¿placeres inconfesables?
Aquel que utiliza invectivas y oprobios tan vilmente, desvirtúa el propósito para el que se ha creado el foro y que no es otro que el de permitir un debate inteligente y constructivo sobre los artículos presentados. Lo cual me parece apasionante y merecedor de protección. Por tanto, sugiero que estos seres contagiados de la violencia infecciosa que nos invade, sean expulsados y vetados a perpetuidad de este espacio.
Pregunto a cualquier enconado agresor: ¿Crees que con tu insulto has contribuido a un mundo mejor? O para que puedas calibrar tu respuesta de manera más certera: ¿Has mirado dentro de ti para ver si con tu cobarde agresión tu dolor es menor? ¿Has conseguido acercarte a tu verdadera esencia? Como dijo Polonio a Laertes en ‘Hamlet’: “Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo, pues de ello se sigue, como el día a la noche, que no podrás ser falso con nadie. Adiós. Mi bendición madure esto en ti.”