Esto se publicó hace un año y responde a una realidad clara de lo que hay.
Es un poco largo pero no tiene desperdicio...
En estos tiempos de inestabilidad económica, donde la crisis se está cebando especialmente con el sector inmobiliario, empiezan a aflorar problemas en modelos de promoción de vivienda donde en teoría no deberían de existir situaciones de quebranto económico: las cooperativas de vivienda. El modelo se aproxima al de la auto-promoción, donde un grupo de personas pone dinero en común para poder acceder a una vivienda. En estos casos lo normal es que los socios financien la obra o acudan a financiación bancaria, y si el desarrollo es normal, las viviendas se adjudican a sus socios. Raramente un cooperativista entra en una cooperativa y asume obligaciones de pago, sin tener el convencimiento y la previsión de convertirse en propietario del inmueble. Pero la realidad es otra: cooperativas que se eternizan porque no tienen suelo o porque lo compran rústico para un posterior desarrollo urbanístico que no termina de aprobarse, desviaciones presupuestarias respecto de las previsiones iniciales que encarecen notablemente la vivienda, desconfianza en la gestión… al final el modelo de promoción en régimen de cooperativa no supone ninguna garantía ni ninguna ventaja respecto de la compraventa en régimen de promoción privada: las casas salen igual de caras y además no hay garantías de que se terminen en los plazos previstos, con el agravante de que además el cooperativista, asume cierta cuota de responsabilidad.
Así se están dando casos donde las Cooperativas sobreseen el pago corriente de sus obligaciones y se ven abocadas al concurso de acreedores, paradójicamente en situaciones donde los socios están al corriente de pago de sus aportaciones y con voluntad de seguir invirtiendo en sus viviendas. Las causas suelen ser siempre las mismas: una gestora (promotora encubierta) que se enriquece con las comisiones que cobra a todos los cooperativistas (se han dado casos donde estas gestoras han cobrado facturas millonarias cuando la Cooperativa ni tan siquiera tenía suelo), unos terrenos que han tardado varios años en obtener la calificación necesaria para poder edificar, unos socios que aportan a un saco roto sin obtener las garantías que garantizan sus aportaciones (Ley 57/68)… y en definitiva un modelo de promoción que termina naufragando cuando se pide a todos los socios que sigan aportando y ya nadie confía en un proyecto que ha durado muchos años (más de décadas en algunos casos como los desarrollos de Berrocales y Ahijones en el ensanche de Vallecas de Madrid), y donde la previsión del coste de la vivienda se ha disparado. En estos casos los cooperativistas comienzan a solicitar las bajas, que normalmente no se cubren con nuevas altas, y la Cooperativa es inviable.
Como se puede apreciar el modelo de promoción en régimen de cooperativa es totalmente erróneo, pues a la postre muchos promotores (aunque hay excepciones), han empleado este sistema para promover (de forma encubierta) las viviendas, descargando en la Cooperativa y en todos sus socios las cargas económicas tanto de la construcción como de la gestión, y asumiendo (sin saberlo) altas cuotas de responsabilidad. Estos “gestores” se parapetan en la una sociedad que firma un contrato amplio de gestión con la cooperativa, con amplias facultades de representación y administración, y con un suculento sistema de cobro de honorarios. A partir de ahí la gestora planifica la compra de suelo, dirige los órganos de decisión de la Cooperativa y/o procuran que se les otorguen amplios poderes para actuar en nombre de todos los cooperativistas. En época de bonanza económica en el que todo se vendía, al final las casas se terminaban y aunque en muchos casos con alguna desviación, el cooperativista terminaba accediendo a su vivienda. En la actualidad, la demora o falta de concreción de muchos desarrollos urbanísticos, la mala planificación de muchas de las gestoras de las cooperativas, y la falta de confianza de los cooperativistas (que provoca bajas en cascada), ha provocado que muchas cooperativas tengan que acudir el concurso voluntario de acreedores, lo que supone en muchos casos la pérdida de las aportaciones y de las ilusiones de todos los cooperativistas, si bien en aquellos casos donde hay suelo y crédito promotor, se puede negociar con el Banco acreedor para que la obra concluya y los cooperativistas se adjudiquen las viviendas.