Algunas opiniones desvirtúan la causa por la que muchos luchamos y, además, contienen un hooliganismo y una falta de empatía que, directamente, desacreditan sus razonamientos. Ninguno estamos libres de perder el empleo, de sufrir una enfermedad, de sumirnos en una situación desesperada… Torres más altas han caído para que nosotros, que no somos magnates ni inmortales, no podamos vernos inmersos en casos parecidos.
Las EMVS son necesarias y permiten que gente en situaciones realmente complicadas accedan a una vivienda: madres solteras con hijos y sin sustento económico, víctimas de la violencia de género, familias en situación de paro de larga duración, etc. A nadie se le debería negar la esperanza de la prosperidad aunque su esfuerzo o trabajo precario tiren constantemente sus esperanzas hacia el pozo.
Cuando se habla de las EMVS se habla siempre de forma velada. Todos sabemos sus bondades como antes he remarcado y también cúal es el peligro real, aunque éste último nunca lo mencionamos explícitamente, a no ser que sea en un ambiente de confianza.
¿Y cuál es ese lado oscuro? Pues, llanamente, los realojos de gente sin ningún tipo de costumbre cívica, sin reglas de convivencia y en la que prevalece la ley de la jungla asumida tras años en ambientes marginales como puedan ser los de la cañada real.
¿Más datos? Drogadictos, gitanos, delincuentes, etc.
¿Que estoy generalizando y, por ende, mezclando justos por pecadores? Por supuesto.
¿Que ese es el verdadero problem de las EMVS y lo que muchos vecinos tratamos de evitar? Por supuesto también.
Si a mí a día de hoy me aseguraran que la gente que va a morar las EMVS es gente cívica y que si hubiera algún tipo problemático y asalvajado, este sería expulsado sin dilación, no tendría el más mínimo problema con las EMVS.
El problema viene porque no es así. Cuando un elemento de este estilo entra en una EMVS, hunde a sus pobres vecinos, degrada el edificio y atrae delincuencia. Si multiplicas el problema por muchas EMVS, tienes muchas más posibilidades de estos problemas, guetos y, en última instancia, degradación de zonas y barrios. No es algo nuevo, existen muchos casos y a los hechos me remito.
La solución vendría por una legislación que operara con mano dura (no como ocurre en muchas ocasiones en las que el elemento problemático cuenta con cierta connivencia y mano ancha de las autoridades) y por un reparto equitatívo de las EMVS por todo el territorio, porque la solidaridad no es cosa de unos, es cosa de todos. A ver si entra de una maldita vez en la mollera de los responsables urbanísticos y políticos.