Supongo que el artista ha considerado el contexto en el que esa imagen iba a ser situada. No estoy seguro, pero detrás de ella hay unos cristales que se orientan hacia el poniente, es posible que la visión de la sierra y el aporte de luz con los diferentes matices de los atardeceres madrileños, formen parte del conjunto. Pero ya digo que es un suponer.
La escultura sugiere en un primer momento cierta distancia. No responde a lo convencional, eso es obvio. Supongo, también, que la intuición del artista es provocar una aproximación emocional a la acontecimiento de la resurrección, en el que hay una espacio indeterminado e impreciso de materia expuesta a la corrupción, de donde emergen el rostro y las manos del resucitado, como dando a entender el triunfo sobre la muerte y el dolor. El concepto de la escultura, en el fondo y en la forma es muy descriptivo.
A mi, en un primer momento me causo cierto rechazo, pero debo de reconocer que me hace pensar y en el fondo no me desagrada, aunque tampoco me causa entusiasmo. Personalmente no soy muy amigo del arte religioso de corte infantil, que abunda mucho, y tampoco de retomar estéticas de otros tiempos, como la moda neobizantina de Kiko; pero lo que no me cabe duda es que el arte religioso ha de estar muy próximo a ser entendido por los niños donde la primera sensación es crucial para que asocien el mundo transcendente a su mundo próximo y, a partir de ahí, construyan una visión coherente de la propuesta religiosa. En este caso, desde mi punto de vista, el artista a metido rotundamente la pata, no ha pensado en los niños, porque a mi hijo esa imagen le da susto, no me lo dice, pero yo se lo noto. En fin, no parecen enterarse los responsable religiosos de que una imagen vale más que mil palabras.