Es posible que el cambio de las ventanas, aunque aparentemente innecesario a simple vista, tenga razones, vinculadas a la eficiencia energética, un tema que, cada vez más, se impone en la conversación cotidiana de muchas comunidades de vecinos. Las ventanas actuales, aun en buen estado, quizá no cumplan con los nuevos estándares de aislamiento térmico, lo que plantea una cuestión diferente: no se trata solo de la apariencia o del estado de conservación, sino de algo más invisible, pero igual de tangible, como es el ahorro energético que, a largo plazo, promete un alivio económico, además de un beneficio medioambiental.
Si, en efecto, la intención detrás de este cambio es mejorar el rendimiento energético del edificio, lo que podría verse como una simple renovación estética podría adquirir otra dimensión. Según la Ley de Propiedad Horizontal, bastaría con una mayoría simple para que estas reformas, con un claro objetivo de eficiencia, fueran aprobadas, obligando a todos los propietarios a participar en el coste, independientemente de su opinión o postura inicial.
Tal vez la lógica, en este caso, no se encuentre tanto en lo visible, en esas ventanas que aún parecen cumplir su función, sino en lo que se espera de ellas en un futuro cercano: una promesa de menos gasto, de un hogar más cálido en invierno y más fresco en verano. Quizá la clave esté, como tantas veces, en el fondo de la cuestión.