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El mayor 'híper' de la droga de España se muda a Getafe
Varios clanes de la Cañada compran parcelas en Perales del Río
D. BORASTEROS / R. CARRANCO - Madrid - 04/07/2009
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"La materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma", recita un alto mando policial. En la pared, cerca del teléfono, está desplegado en escala de grises un mapa de Valdemingómez. Un plano que resalta -marcadas con chinchetas, rotulados los apodos de los clanes- las 62 casas, patios, chalés que albergan más del 90% de la droga que se vende en la Comunidad de Madrid. El mayor hipermercado de estupefacientes de España, cerca de dos kilómetros de camino de arena y basura, flanqueado de construcciones a las que acuden diariamente a por su dosis miles de personas, se va a demoler.
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La nueva Ley General de la Cañada, a punto de ser presentada por el Gobierno regional para su aprobación, marca en rojo este tramo, el sector V de la vía pecuaria. Pero los narcotraficantes ya tienen previsto su principal nuevo punto de venta. Los clanes más significativos han comprado parcelas en Perales del Río, un barrio de Getafe que, en realidad, está más cerca del distrito de Villaverde que del municipio al que pertenece. Basta con seguir la misma senda, pero más hacia arriba. El Cuerpo Nacional de Policía ha observado, a través de documentación mercantil registral, cómo un número significativo de los principales patriarcas han ido adquiriendo terrenos en este lugar con vistas a asentarse allí.
El nuevo macro híper de la droga estará detrás del Cerro de Los Ángeles, entre un polígono industrial y la M-50, en suelo rústico y, por tanto, también ilegal para residir. De hecho, es un descampado muy semejante a sus predecesores. "Esa es su intención, pero ahí entra el trabajo policial de estar atentos a los primeros movimientos", advierte un especialista en la lucha contra el narcotráfico del grupo XIV de la Policía Judicial. La brigada que ha intensificado desde enero su acoso al lugar. No es la primera vez que los clanes de la venta de heroína y cocaína al por menor se trasladan de zona.Muchas de las familias que hoy tienen abierto su chiringuito en Valdemingómez ya tenían sucursales en Las Barranquillas, La Rosilla, La Celsa o Los Focos, poblados chabolistas que le precedieron como epicentro del tráfico en Madrid.
La novedad es que en esta zona de La Cañada se concentró prácticamente toda la oferta de drogas desde el verano de 2006. Antes siempre había habido dos o tres lugares simultáneamente. Pero tras las intervenciones municipales contra el chabolismo y la actuación policial se arrinconó todo el tráfico en este confín de la autovía de Valencia. Un lugar sin casi vecinos convencionales y alejado de cualquier núcleo de población normalizado.
Entre machacas (heroinómanos que barren las chabolas y atraen o ahuyentan a los clientes a cambio de una dosis cada tres horas), botoneros (adictos que ayudan a encontrarse las venas para pincharse) y empleadas del hogar rumanas, viven sagas dedicadas "al negocio" desde hace décadas y sin conciencia de hacer nada grave: "Vendemos cosas que la gente pide, como hemos hecho siempre", se defienden. Una actividad que no sobrevive en pisos en altura: "Ellos tienen casas de realojo, pero no las usan para vender. No están cómodos", explica un experto.
Están en "Valdemín", como se conoce entre los habituales a la zona: Las Mellizas, que antes estuvieron en Los Focos y en Torregrosa, o Los Gordos, que regentan su patio trasladado desde Las Barranquillas. Y Los Hermanos que llegaron de La Celsa; también el presunto traficante Bernardo, El Loco, que tenía tienda en Las Barranquillas. Y la Juani, cuyo marido está en prisión, aunque todo apunta a que siempre ha sido ella "la que controla el asunto", según fuentes policiales.
Una anécdota que ejemplifica este continuo vaivén de poblados es la reciente detención del jefe de un clan de 23 años en La Cañada, en la Operación Jaula. Los agentes se acordaban de él. Hace 12 años, cuando era un niño de 11, ya habían apresado a su padre en Las Barranquillas. Los nombres vuelan de asentamiento en asentamiento: Los Feos, el clan de Joselito...
En estos supermercados de la droga hay tres clases de chabolas. En unas, limpias, amplias y ordenadas, viven los patriarcas. Allí no entra la droga, aunque son ellos los que tienen los contactos, generalmente con mafias turcas. En el caso de Valdemingómez, esta parte corresponde al tramo final, más amplio y mucho más limpio. Después, los hijos de estos patriarcas u otros familiares más jóvenes tienen su patio en el que venden la droga. Nunca más de 40 gramos cada vez. Hay una tercera clase, que es que la guarda en su chamizo, y que se dedica a otros asuntos, como la venta de ganado o chatarra, y se saca así un sobresueldo.
Hasta el pasado mes de enero las operaciones se diseñaban durante meses y concluían con muchas detenciones y una cantidad apreciable de droga. Pero desde entonces, la orden es la de presionar lo más posible de manera continua. De ese modo, el procedimiento se realiza a través de actas. Consiste en que se aguarda a que salgan los toxicómanos de las casas y se les aprehende la droga. Previamente se ha dado fe del lugar del que salían. Por este motivo, los dueños del negocio han advertido a sus clientes de que cuando eso suceda tiren la mercancía. A cambio, se comprometen a restituírsela cuando se haya ido la policía.
Al negocio en Valdemingómez, además del acoso policial, se le une la crisis económica. Los precios han subido mucho, de unos 32.000 euros el kilo de cocaína a entre 36.000 y 42.000, dependiendo del proveedor. A eso se añade que los usuarios que más dinero dejan son los jóvenes consumidores ocasionales de cocaína. Y estos están espaciando mucho más sus días de excesos. Clanes míticos, como el de Los Gordos, lleva con la tienda funcionando a medio gas desde hace unas semanas. Un agente resume la nueva situación: "Les sale más caro mantener abierto que diversificar el negocio con otras cosas".