Siento parecer tan “aristotélico”, pero como diría el sabio griego, en este, como en todos los temas (incluido el de los badenes que acabo de comentar en otro hilo), la virtud está en el término medio.
Ni se puede defender el “urbanismo del pelotazo” para el cual las leyes urbanísticas son poco menos que un sustituto del papel higiénico, ni tampoco se puede defender el “urbanismo fariseo” (tan puesto de moda por nuestro ya casi olvidado “recurrente habitual”) de considerar que las normas urbanísticas son una especie de Derecho Natural que está por encima de todo, que hay que aplicar ciegamente por ser algo a lo que todos estamos subyugados aunque nos lleve a situaciones absurdas. Las normas urbanísticas deben estar al servicio del progreso y de la democracia, y como se decía más arriba, no son inmutables y pueden (deben) modificarse para ir puliendo los “fallos del sistema” que se vayan detectando en su implementación.
Por tanto, si el planeamiento impide hacer realidad un proyecto respaldado por todos los sectores implicados, que genera tanto beneficio social y prácticamente ningún perjuicio social, como era Wet Madrid, entonces a lo mejor lo que está mal es la norma urbanística, no el proyecto. Toda ley obedece a una “ratio” o razón que la motiva; si esa razón desaparece, la ley deja de tener sentido y hay que cambiarla o modificarla en los aspectos necesarios para que vuelta a tener sentido.
P.D. Respecto al debate entre si los ricos nacen o se hacen, la solución nos la vuelve a dar Aristóteles: la verdad (todo lo sabemos) no es ni un extremo ni el otro, dado que se dan plenamente ambas situaciones, tantos ricos que nacen, como ricos que se hacen (estos últimos desgraciadamente en nuestro país menos numerosos que en otros donde está más implantada la mentalidad emprendedora).