Las inmobiliarias, que se quejaban de que su valor bursátil no reflejaba el de su patrimonio, han dejado atrás la época de vacas flacas en bolsa. “Los analistas pensaban que el negocio de promoción era inestable, por lo que el valor de las acciones no podía superar el de los activos”, comenta José Luis Suárez, profesor de la escuela de negocios IESE. Manuel Romera, director técnico del sector financiero del Instituto de Empresa (IE), apunta que “los inversores no creían que los activos de estas compañías alcanzarían valores tan altos, porque el suelo, la materia prima de las inmobiliarias, es un bien escaso y esto no daba estabilidad al negocio”.