Usted quiere vivir en Barcelona y como no puede comprar, intenta alquilar un piso, un estudio, o una habitación. Una agencia inmobiliaria le informa de que los contratos son de tres años de duración como máximo, le pide una nómina cuyo importe doble la renta mensual del alquiler, una fianza de dos meses y el primer mes por anticipado. Por (pen)último, le cobra el diez por ciento de un año de renta más IVA. Echando cuentas, si encuentra en La Teixonera, un piso pequeño y medio amueblado por 850 euros de renta mensual, no entrará en él sin haber pagado casi 4.000 euros, (el resto de los) muebles, mudanza, agua, luz y gas aparte. Y si al cabo de los tres años el propietario no le renueva por un precio similar, se habrá de ir. Vuelta a empezar. No me diga nada, leo su rostro: “Señores políticos, hagan algo”, que en Barcelona hay más de 200.000 viviendas alquiladas.